miércoles, 6 de agosto de 2014

Capítulo 16: Gran final (1º parte)


Todos los asistentes al evento, continúan aplaudiéndoles a Martha y Andrea, quienes no saben cómo reaccionar.



Mateo: (susurrando) Violeta… ¿Qué es todo esto?

Alfredo continúa de pie y Sabrina carga a la niña mientras sonríe con una disimulada malicia. Los aplausos poco a poco disminuyen y Violeta continúa hablando.

Violeta: (sonriendo) Muchas gracias. Como les decía, éstas dos mujeres han sido muy especiales en mi vida. Especialmente la señora Martha. Una dama bastante peculiar, distinguida, fina… Y con muchos secretos, secretos bastante oscuros que también la hacen también una completa miserable.

Todos se sorprenden ante eso. Martha no sabe qué decir. Mateo está anonadado.

Violeta: Sí, así como lo oyen. ¡Martha del Castillo es una mala mujer! ¿Y por qué lo digo? Pues bien. Empecemos porque su clasismo y el odio desmedido e injustificado que siempre ha sentido por mi madre, lo descargó contra mí, intrigó en mi contra para apartarme de su hijo Mateo San Román, mi marido y de mi hija, a la cual dejó enferma con un grave problema en la columna (solloza).

Mateo: ¿Qué significa eso que está diciendo Violeta, mamá?

Martha no responde. Comienza a apretar la mandíbula ante la furia que siente. Los presentes empiezan a murmurarse entre sí.

Violeta: ¡Pero eso no es todo! Toda la vida ha culpado a mi mamá de haber asesinado a su esposo. La refundió en la cárcel, pagando y sobornando jueces, abogados, moviendo influencias para que no saliera nunca cuando mi mamá siempre fue inocente de todo lo que se le acusó. También tiene una hija ilegítima, a la que trata como la sirvienta de la casa, una hija que nunca ha reconocido ante los demás por vergüenza. Sin contar que además, en complicidad con mi hermana Andrea, han engatusado a mi marido con mentiras y lo han manipulado para ponerlo en mi contra.

Las miradas se posan sobre Andrea, quien baja la cabeza totalmente avergonzada. Mateo la mira con una profunda decepción.

Violeta: Y esa es la historia por la que ahora estoy hasta donde he llegado. De cierto modo, tengo mucho que agradecerles a ambas y esta noche tan especial, va dedicada para ellas.

Un mesero le da una copa de vino a Violeta. Ella la toma, bebe un sorbo y la levanta.

Violeta: Así que aprovecho la ocasión, para pedirles que brindemos por mi querida suegra y mi hermana. ¡Un brindis por ellas! ¿Tienen algo que decir? (Les pregunta a sus enemigas con sarcasmo)

Martha: (levantándose furiosa) ¡Todo lo que has dicho son sólo artimañas para desprestigiarme ante el mundo! ¿Cómo tienes el descaro de aparecerte así y decir semejantes mentiras? ¡Veo que no has dejado de ser la misma cualquiera!

Violeta: La única que miente aquí eres tú. La única descarada aquí eres tú Martha, que todavía tienes el cinismo de negarlo todo. Yo ya cumplí la deuda moral que tenía conmigo misma y les hice ver a todos que no eres la mujer intachable que tanto pregonas ser ante todo el mundo. Hasta luego Martha…

Violeta se bebe de un solo sorbo todo el vino de la copa y se retira de la tarima. Alfredo va tras ella. Las personas asistentes al evento, empiezan a irse. Martha vuelve a sentarse en su puesto, bastante devastada y con la mirada ida. Mateo se acerca de nuevo a la mesa.

Mateo: ¿Qué fue todo eso que dijo Violeta, Andrea? ¿Cómo que tú y mi mamá…? ¡Respóndeme! Explícame que fue todo eso (Habla bastante molesto)

Andrea: (con lágrimas en los ojos) Sí Mateo. ¿Ya qué importa? Todo lo que dijo Violeta es verdad. Yo sólo me acerqué a ti por ambición, por mera atracción y chantajeé a tu mamá para que me ayudara. La chantajeé con todo lo que Violeta dijo.

Mateo (consternado): Esto no puede ser…

Andrea: Ya lo sabes, así que creo que no hay más que hablar.

Andrea no dice nada más. Toma su bolso, se levanta y sale con pasos apresurados del restaurante. Cerca de allí, la familia López platica.



Mariana: (sonriendo) Me encantó como Violeta desenmascaró frente a todo el mundo a la bruja de Martha del Castillo y también a Andrea. Ya era tiempo.

Ulises: Es increíble como esa mujer ocultaba tantas cosas.

Mariana: Y no deben ser las únicas, papá. Más secretos debe ocultar y sabrá Dios cuáles, más perversos y oscuros de los que nos podamos imaginar.

Mientras Mariana dice esas últimas palabras, se enfoca la mirada profunda y penetrante de Martha. Mateo aún continúa bastante consternado.

Mateo: (con la voz quebrantada) ¡Quiero que me expliques inmediatamente todo mamá! ¡Todo!

Martha: (levantándose) Te lo explicaré todo, pero no será aquí en donde está la presencia de esa mujer.

Mateo: ¡Ya basta! ¿Qué importa el lugar? ¿Qué importa si Violeta está aquí? ¡Dios mío! Tengo que hablar con ella. Tenemos mucho de qué hablar y yo… Yo ni siquiera sé qué pensar en estos momentos (Exasperado)

Sabrina: (susurrándole a Mateo) Lo mejor es que le hagas caso a tu mamá. Te aseguro que tiene muchas cosas qué explicarte. Ya luego podrás hablar con la señora Violeta.
Mateo mira a Sabrina y piensa durante unos segundos.

Mateo: Está bien, vámonos. Tal parece que mi tío se piensa quedar.

Los tres se van. Entretanto, en el camerino de Violeta, ésta no puede evitar romper en llanto. Mario entra y la observa con tristeza.



Mario: Violeta…

Violeta: Por favor Mario, ahora no quiero hablar con nadie. Necesito estar sola. Tengo mucho en qué pensar. Tengo que aclarar mis ideas.

Mario: (asentando con la cabeza) Está bien, pero no olvides que estaré para ti en todo lo que necesites.

Justo cuando Mario sale, se encuentra en la puerta con Alfredo quien se muestra bastante desesperado e incluso, entra al camerino.



Alfredo: Violeta…

Ella voltea y lo mira extrañada.

Mario: Señor, por favor, retírese. Usted no puede entrar así. Tiene que reservar una cita.
Alfredo: Yo necesito hablar contigo Violeta, por favor. Escúchame.

Violeta: Está bien Mario, déjanos a solas, no te preocupes. Yo me quedaré hablando con el señor Alfredo.

Mario obedece a Violeta y sale del camerino. Tanto Alfredo como Violeta se miran fijamente.

INT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ / NOCHE

Mariana, Beto y Ulises llegan a su humilde casa. Soledad no viene con ellos, pues se quedó en el restaurante. Justo cuando Ulises prende las luces, se encuentra con Andrea sentada en un sofá, llorando.



Ulises (molesto): ¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste?

Andrea: (levantándose) Tengo todavía una copia de las llaves. Vine porque…

Ulises: (interrumpiéndola) Porque se te acabó la buena vida que llevabas en la casa de los San Román, ¿no? ¡Descarada! Sólo buscas a tu familia cuando te conviene. ¡Lárgate de aquí! No eres bien recibida.

Andrea suelta un par de lágrimas discretas, asienta con la cabeza y sale de la casa. Mariana la observa con algo de lástima y va tras ella.

Mariana: ¡Andrea! ¡Espera!

Andrea: ¿Qué quieres? ¿Te vas a burlar de mí? ¡Pues hazlo, ahora que tienes oportunidad! ¡Dime de una buena vez que así terminaría!

Mariana: ¿Qué cosas dices? Yo no pienso decirte nada de eso. Sólo te quiero pedir que por favor no te vayas. Quédate.

Andrea: No, gracias. No me interesa quedarme viviendo en una casa donde no soy bien recibida.

Mariana: ¿Y por mero orgullo te vas a quedar viviendo en la calle? Te quiero ayudar, pero si no te dejas, me queda imposible. Papá está bastante disgustado contigo, pero yo sé que si te quedas, él no te va a echar. Quédate.

Andrea lo piensa unos breves segundos. Mira a Mariana y sin decir nada, vuelve a entrar a la casa. Mariana suspira resignada.

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN / NOCHE

Mateo, Martha y Sabrina llegan a la mansión. Ésta última lleva a la niña hasta su recámara.



Mateo: Bien. Ya llegamos, ahora sí no tienes excusa para evadirme. Empieza a decirme qué significa todo eso que dijo Violeta. Habla por tu propia cuenta.

Martha: ¿Y qué quieres que te diga? ¡Todo lo que dijo esa mujercita es mentira! Tal y como lo presentía, sólo se apareció en nuestras vidas de nuevo para disgustarnos. ¡Piensa hijo! Todo este tiempo sólo estuvo planeando atacarnos, destruirnos, porque nos odia (Finge desesperación).

La discusión se escucha por toda la mansión. En el cuarto de la pequeña Nina, Sabrina la acuesta en su cuna y escucha todo.

Mateo (furioso): ¡Ya no más! ¡Ya deja de mentirme mamá! ¿Cómo es posible que todo lo me ocultaras fuera tan turbio?

Martha: Pero Mateo…

Mateo: ¡Suficiente! ¡Cállate! (Martha se sorprende) Si algo detesto es que me mientan, que me engañen y sobretodo que lo hagan en mi propia cara. ¡Eres una mentirosa! ¡Una víbora, mamá! (Quebranta la voz) Me has mentido todo este tiempo, con la misma facilidad con la que respiras.

Martha: Todo lo he hecho por nuestro bienestar. ¡Violeta es una perra! ¡Es la hija de la asesina de tu padre!

Mateo: Y suponiendo que en eso digas la verdad. ¿Qué me dices del resto? ¡Fuiste la culpable del accidente de la niña! Todo este tiempo has tenido trabajando a tu propia hija como la sirvienta, negándola, ocultándola.

Martha: ¡Esa muchachita no es digna de ser llamada mi hija!

Mateo: ¿Sabes qué? (con los ojos rojos y respirando agitado) Me doy cuenta que he estado bastante equivocado, que a lo mejor mal juzgué a Violeta por tus intrigas. Me enceguecí por ti, por Andrea. Las dos me engañaron, ni siquiera sé cuál es peor. ¡Las dos son un par de mentirosas!

Martha: (lo abofetea) ¡No te permito que me hables así! ¡Yo soy tu madre! (Histérica) ¡No tienes ningún derecho a hablarme así! Te hace falta saber que una madre siempre tiene la razón.

Mateo no dice nada. Mira de manera fulminante a su madre y se retira totalmente furioso. Martha se queda mucho más histérica.

Martha: (gritando) ¡Mateo! ¡Mateo!

La mujer ahogada en sus gritos, se derrumba en el piso a llorar desesperada.

Martha: ¡Maldita infeliz! ¡Te detesto Violeta! ¡Te detesto a ti y a tu malnacida madre! ¡Las odio, las quiero matar! Me quitaron a mi hijo (Apretando los dientes)

Mateo, por otra parte, entra a su cuarto. Tira un portazo y empieza a caminar muy desesperado de un lado a otro, hasta que rompe a llorar sentado en el borde la cama. Sabrina entra con timidez al cuarto.

Sabrina: Mateo… ¿Me dejas hablar contigo?

Mateo: (limpiándose los ojos) Claro, pasa…

Sabrina se adentra más al cuarto y se sienta al lado de su hermano.

Sabrina: Escuché la discusión tan fuerte entre tú y Martha. Yo sé que a lo mejor te sientes bastante confundido, pero no te dejes manipular de esa mujer. Martha es mala.

Mateo: ¿Cómo es posible que mi madre sea una mujer tan cruel y te haya tratado a ti de esa forma?

Sabrina: Ella nunca quiso reconocerme como su hija y dudo que algún día lo haga (sonríe con ironía). El caso es que como te digo, no permitas que te lave el cerebro de nuevo. La señora Violeta siempre ha sido una víctima en todo esto. Ella nunca supo de la verdad de su madre hasta aquel día en que Martha aprovechándose del secreto, se lo confesó y la echó a la calle. Yo intenté evitarlo, pero… Martha me pegó y por accidente, dejé caer a la niña (solloza).

Mateo: Eso no fue tu culpa Sabrina. (Se pasa las manos por el rostro) Con el solo acordarme de ese día, siento que me detesto, que fui un imbécil (Llora de ira) Violeta… mi Violeta, no quiero imaginarme lo que debió sentir cuando me oyó decir que la odiaba.

Sabrina: Tú también has sido una víctima más, no te atormentes…

Mateo: Es inevitable Sabrina. Violeta debe guardarme bastante rencor a mí también. Me debe odiar porque me comporté como un patán y a pesar de todo, no la he olvidado. La sigo amando, la amo… (Llora desesperado).

Sabrina consuela a Mateo, dándole un confortante abrazo que él corresponde. Ella tampoco puede evitar llorar por la situación.

Sabrina: Ella no es mala y yo estoy segura que si hablan y aclaran las cosas, va a perdonarte, más sabiendo que tú también fuiste engañado por Martha. Pero para eso, tienes que confiar en su palabra.

Mateo escucha atento los consejos de su hermana menor.

INT. / RESTAURANTE MIAMI’S GOURMET, CAMERINO DE VIOLETA / NOCHE

Alfredo llora de emoción al tener frente a él a Violeta. Ésta, que siempre le ha guardado un cariño especial, le sonríe con amabilidad.



Alfredo: (acercándose a ella) Violeta… Violeta, regresaste, gracias a Dios estás bien. Estás bien, hija.

Él la abraza al tiempo que se le saltan las lágrimas. Violeta le corresponde extrañada, más porque Alfredo la ha llamado “hija”. Luego de unos segundos, ambos se desprenden del abrazo.

Violeta: También me da gusto verlo señor Alfredo. Me enteré por Sabrina de lo mal que lo ha pasado desde que…

Alfredo: Sí. Mi vida se ha vuelto más miserable desde que Martha con la mayor crueldad fue capaz de echarte a la calle, desamparada y recién enterada de una verdad tan impresionante. Y ha sido por mi culpa.

Violeta (extrañada): ¿Por su culpa?

Alfredo: Sí, por mi culpa. ¡Por mi cobardía! Yo he sido el culpable de toda esta tragedia, de todo lo que han pasado Soledad y tú.

En ese momento, Soledad llega al camerino, pero se queda escuchando tras la puerta, sintiendo una enorme preocupación.



Alfredo: Yo sólo soy un pobre cobarde, falto de espíritu, de decisión (Habla con mucha amargura). Toda la desgracia que has pasado ha sido por eso, por mí. ¡Yo que no he sabido afrontar las consecuencias de mis actos!

Violeta (confundida): Claro que no señor. Usted no tiene culpa de nada. Es más, ni siquiera entiendo por qué se culpa cuando usted es un hombre bueno, noble. La culpa de todo la ha tenido su hermana, Martha del Castillo. Ella sí es la verdadera culpable de todo.

Alfredo: (negando con la cabeza) No, no. Eso no es así. Escúchame Violeta. Yo… ¡Yo soy tu padre! (Quebranta la voz mientras se derrumba en el piso)

Soledad tras la puerta, rompe a llorar en silencio y se cubre la boca para no ser oída.

Violeta (impactada): ¿Qué? ¿Qué es lo que me está diciendo? Eso no puede ser…

Alfredo: ¡Es la verdad! Yo soy tu padre Violeta. Yo he sido el maldito culpable de todo lo que Soledad y tú han pasado. ¡La culpa es mía! Todos estos años no he tenido un solo momento de paz en que la consciencia me recrimine mi cobardía, mucho más después de que me enteré de que tú eres mi hija y de todo lo que has tenido que pasar por mí (Llora amargamente)

Violeta: (derramando lágrimas) ¿Usted… mi padre? ¿Pero qué es esto? (Furiosa) ¿Cuánto me siguen ocultando?

Alfredo: Fui yo quien mató a Fernando. Lo maté cuando lo sorprendí intentando violar a Soledad. Lo hice en un momento desesperado y ella se culpó del asesinato por mí, aún cuando sabía que estaba embarazada.

Violeta: ¿Entonces fue usted? ¿Fue usted el desgraciado que dejó que mi mamá pagara por una culpa que no era de ella? ¿Cómo fue capaz de dejarla a su suerte embarazada, esperando una hija suya?

Alfredo no dice nada. Las recriminaciones de Violeta hacen que él no pare de llorar.

Violeta: ¿Y dice estar arrepentido? Si tan sólo hubiera afrontado su culpa, nada de esto hubiera sucedido nunca. Mi mamá no hubiera sido víctima del odio injustificado al que siempre la ha tenido sometida Martha, un odio que también me ha alcanzado a mí, incluso a mi hijita.

Alfredo: Te suplico que me perdones, por favor. Perdóname Violeta.

Violeta: ¿Y cómo me pide eso ahora cuando me confiesa esto? ¿Cree que es muy fácil perdonar algo así? Creo que ya no tenemos nada más de qué hablar usted y yo, así que lo mejor será que se vaya.

Alfredo se levanta del piso. En la mirada de Violeta se puede notar el rencor que siente.

Alfredo: De nuevo te suplico que me perdones, no ahora. Más adelante cuando te sientas dispuesta a hacerlo. Tu perdón es lo único que necesito para poder descansar de esta carga. Tu perdón y el de Soledad.

Violeta (indiferente): ¡Retírese!

Soledad se va antes de que Alfredo salga. A los breves segundos, él sale, se limpia los ojos y se va del restaurante. Violeta se queda llorando por esa nueva confesión.

INT. / HOSPITAL CENTRAL, HABITACIÓN DE CLEMENCIA / AL DÍA SIGUIENTE

Andrea entra al cuarto a pasos silenciosos. Clemencia descansa sobre la cama, pero abre los ojos al escuchar el cerrar de la puerta. Ésta última se ve un poco más mejorada pues hace poco salió del coma.



Clemencia (emocionada): Andrea, hija… Viniste.

Andrea: Hola mamá. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? (Habla con la voz seca)

Clemencia: Un poco más mejorada. Las enfermeras me atienden muy bien, me dan de comer y me dicen que a este paso, muy pronto me darán de alta (Le sonríe) Pero ven, acércate. Además ya logro hablar con más fluidez.

Andrea: (acercándose) Me alegra mucho saber que estás mejor. Perdóname por no haberte venido a ver antes. Yo…

Clemencia: Hija, sé que durante este tiempo no hiciste cosas buenas (La toma de las manos). Nadie me ha dicho qué hiciste para no angustiarme, pero sí sé que no debió ser nada bueno. Aún así, todo este tiempo tuve la esperanza de que reaccionaras y tal parece que lo has hecho.

Andrea: ¿Eso quiere decir que no estás resentida conmigo?

Clemencia: Claro que no. Tú eres mi hija y los padres no juzgamos a nuestros hijos, dejándolos a la deriva. Los reprendemos y les hacemos ver sus errores, pero no les damos la espalda.

Andrea: (llorando) Creo que no merezco tanta comprensión en estos momentos. Yo siempre fui tan malagradecida, tan ambiciosa y de eso no me queda nada ya. Perdóname mamá.

Clemencia: Te perdono Andrea, claro que te perdono.

Las dos se abrazan.

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN, COCINA / DÍA

Martha entra a la cocina bastante molesta, encontrándose con que Sabrina no está. Ésta última aparece en ese momento, vestida con ropa informal.



Sabrina: ¿Buscas algo?

Martha: ¡Esa pregunta es estúpida! ¿Por qué no has hecho el desayuno? ¿Y por qué andas vestida así sin tu uniforme?

Sabrina: Esas preguntas son mucho más estúpidas, pero para que lo sepas, de ahora en adelante ya no ocuparé más el lugar de sirvienta en esta casa.

Martha (molesta): ¿De qué estás hablando?



Mateo: (entrando a la cocina) Como lo has oído mamá. Sabrina no será más ninguna sirvienta, o por lo menos, no recibirá ese trato. Es mi hermana y de ahora en adelante, comenzará a estudiar (abraza a Sabrina).

Martha (cínica): ¡Já, Já! ¿Estudiar? ¿Ésta estudiar?

Mateo: En definitiva me doy cuenta que te desconozco mamá. Jamás me imaginé que pudieras ser una mujer tan turbia, tan déspota. Todavía no consigo entenderlo.



Martha: ¿Qué me quieres decir con eso?

Mateo: Tomé la decisión de irme de aquí con mi hija, lejos de ti. Ya no pienso quedarme viviendo bajo el mismo techo que tú.

Martha: ¿Te has vuelto loco Mateo? ¡Tú no te puedes ir! ¡Tú eres mi hijo, no me puedes abandonar! ¡Te lo prohíbo!

Mateo: Ya la decisión está tomada mamá, así que no intentes convencerme, porque no lo vas a lograr de ninguna manera. Me iré en este mismo instante, ya tengo listas las maletas en el auto y un departamento donde quedarme. Adiós mamá.

Mateo se retira de la cocina. Martha va tras él.

Martha (histérica): ¡Mateo! ¡Mateo! ¡No te atrevas a desobedecerme! ¡Mateo! ¡Te vas a arrepentir de abandonarme! ¡Te vas a arrepentir! ¡Ingrato!

Mateo hace caso omiso a los gritos de su madre y sube al auto. En los asientos de atrás está la niña, en un cunero especial. Martha se derrumba en el piso y empieza a ahogarse en un nuevo lapsus de locura.

INT. / APARTAMENTO DE VIOLETA / DÍA

Violeta está en su cuarto, recostada en la cama y desmaquillada. Soledad toca la puerta.



Soledad: Violeta… Hija, por favor, permíteme pasar. Necesitamos hablar. Te lo pido, por favor, escúchame.

Violeta: Pasa.

Soledad entra con cierta timidez el cuarto, se acerca a Violeta y se sienta a su lado en la cama. Ella se muestra distante e indiferente.

Violeta: ¿Por qué no me dijiste toda la verdad aquel día que fuiste a verme al hospital? ¿Por qué no me dijiste que Alfredo es mi padre y fue el verdadero asesino de Fernando San Román?

Soledad: Porque fue algo que sucedió hace muchos años. Era un pasado que no quería desenterrar, porque después de todo ya pagué una condena injusta en lugar de Alfredo quien fue el verdadero asesino y al saber que es tu padre, lo más seguro es que te llenaras de rencor contra él.

Violeta: Y no estás equivocada mamá. Yo no quisiera, pero… Siento un gran odio, una rabia inmensa contra él, tanto como la que siento por Martha (solloza).

Soledad: (tomándola de las manos) Hija…

Violeta: Es que en mi cabeza no cabe cómo pudo desgraciarte la vida así. ¿Por qué no tuvo la valentía de enfrentar las consecuencias y siguió como si nada aún sabiendo que tú estabas embarazada?

Soledad: En parte, también fue mi culpa que toda esta historia se desatara. Estaba cegada y enamorada de Alfredo en aquel entonces, que no me importó nada más. Quise salvarlo por amor y tenía la esperanza de que tarde que temprano él lo arreglaría todo, pero no…

Violeta: Ya no sé qué hacer mamá. Me siento muy mal con todo esto. No me gusta este sentimiento, no quiero odiar, no quiero convertirme en alguien como Martha que por odio se convirtió en un monstruo.

Soledad: La única manera de evitarlo es perdonar. Créeme que te entiendo mi amor, porque a mí el odio tampoco me ha dejado vivir en paz todos estos años, pero creo que ya es tiempo de dar paso al perdón por más difícil que sea. Perdona Alfredo.

Violeta guarda silencio, pensativa ante las palabras de Soledad.

DÍAS DESPUÉS
INT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ / DÍA




Andrea está en su cuarto, vestida de una manera bastante humilde, desmaquillada. Se ve también algo ojerosa y demacrada mientras observa por la ventana como la vida pasa día tras día, como las hojas caen de los árboles, como las demás personas realizan sus actividades diarias y como el tiempo se va escapando de sus manos segundo en segundo. La joven se acerca a un espejo de cuerpo completo, se mira directamente el rostro y se pasa las manos por él, como si no se reconociera. Andrea no puede evitar derramar lágrimas al ver como esa belleza que una vez tanto admiró, de la que una vez tanto se sintió orgullosa, ahora la ha perdido. Entra al baño muy consternada a pasos lentos y luego abre la ducha.

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN / DÍA



Por otra parte, Martha se pasea por los anchos pasillos de la mansión en la que se siente un aire de soledad. La mujer, como siempre, viste de manera elegante, maquillada, bien arreglada. En eso, se detiene frente al cuarto de Mateo y su mirada se torna a una oscura, desorbitada, se siente en la cama de su hijo y toma la ropa de él, abrazándola. Sabrina está cerca y se entre asoma al cuarto.



Martha (alocada): Mi niño Mateo… ¿En dónde estás? Cuánto te extraño hijito. Toda tu ropa está bien doblada, planchada y lavada. Yo misma me encargué de que quedara limpia e impecable para ti mi amor.

Sabrina, con disimulo, acciona una grabadora de voz. La voz tierna y suave de Martha empieza a tornarse a una dura.

Martha: Esa mujer… ¡La cualquiera de Violeta te quitó de mi lado! Ella fue la culpable. ¿Por qué no la maté? ¿Por qué no la maté desde un principio así como maté a la desgraciada de Carmina? ¡Como disfruté acabar con ella!

Sabrina no puede evitar sentir una desmedida ira al escuchar a Martha, pero sigue grabando.

Martha: Ahora debe estar pudriéndose en el infierno por entrometida. Ella sabía muchas cosas que no me conviene que nadie sepa, salvo lo de Sabrina… ¡Porque la maldita infeliz de Violeta ya se lo dijo a todo el mundo! ¡Ya todos lo saben! (Rompe a llorar como una niña) Ya todos saben que esa escuincla asquerosa es mi hija, una hija que nunca debí tener porque sólo me recuerda aquel maldito día (Furiosa)

FLASH BACK

VEINTE AÑOS ATRÁS
INT. / TÚNELES SUBTERRÁNEOS / NOCHE


Martha corre a toda prisa, llorando asustada y desesperada por los túneles que conectan a la mansión San Román con otros puntos de la ciudad. Mira constantemente hacia atrás con parte de la ropa rasgada y en eso tropieza, alcanzándola un tipo de mal aspecto que se abalanza sobre ella terminando de rasgar sus ropas.

Martha (aterrada): ¡Nooooooooooo! ¡Auxilio, necesito ayuda! ¡Alguien ayúdeme! (Intentando quitarse de encima al tipo) ¡Noooo!

El hombre besa a Martha por el cuello, el busto, tocándola las piernas hasta que logra consumar la violación.

FIN DEL FLASH BACK

Martha deja de recordar y continúa llorando, inmersa en su lapsus de locura.

Martha: Sabrina es el producto de esa bajeza. ¡No debería existir porque sólo produce asco!

Sabrina no puede evitar llorar en silencio por cada palabra de Martha.

Martha: ¡Yo sólo he sido maltratada injustamente en esta vida! ¡Siempre me humillaron, me pegaron! Viví un infierno cuando era tan sólo una inocente muchachita, por no ser una del Castillo, porque siempre viví bajo la sombra de Alfredo y a mí me despreciaron por ser adoptada (Llora desesperada por esos recuerdos) Y cuando pensé que era feliz casada con Fernando ¡La perra prostituta de Soledad Miranda lo mató! Me quitó a mi esposo y ahora su hija me quitó a mi hijo. Ni siquiera haber refundido a Soledad en la cárcel sirvió para hacerle pagar el haber dañado mi hogar. ¡Por haber matado a Fernando quedé desprotegida! ¡Por eso me violaron sin piedad! Deberían morir. ¡Todos son unos bastardos desgraciados que deberían morir para escupirles en sus tumbas!

Martha se desahoga en un llanto macabro. Sabrina continúa grabando.

INT. / CORPORATIVA SAN ROMÁN / DÍA

Alfredo se dirige a su oficina, pero en ese momento siente un profundo dolor en el pecho que lo detiene en seco. Finalmente cae desmayado al piso. Los empleados se acercan a él preocupados. Mateo se abre peso entre ellos, también muy preocupado.



Mateo: ¡Tío!

HORAS DESPUÉS
INT. / HOSPITAL CENTRAL / DÍA


Violeta y Soledad llegan bastante angustiadas al hospital. Llegan a la sala de espera, en donde Mateo aguarda de pie. Violeta decide no dirigirle la palabra a Mateo.



Soledad: (a Mateo) ¿Cómo está Alfredo?

Mateo (exasperado): No lo sé doña Soledad. Los médicos no me dicen nada en concreto, lo único que quiere mi tío es verlas a ustedes, por eso las llamé. Pide verlas a toda costa.

Soledad: Dios mío.

Mateo: Lo mejor es que entren pronto.

Minutos después, Violeta y Soledad entran con una ropa especial al cuarto en donde está internado Alfredo. Éste última está en la cama, conectado a un tanque de oxígeno. Ellas se acercan a él.



Alfredo: (hablando muy fatigado) Soledad… Violeta. Gracias por haber venido. Yo… tengo que pedirles algo. Les pido que por favor… me escuchen.

Soledad: Lo mejor es que no te esfuerces. Estás muy mal, eso no te hace bien.

Alfredo: No Soledad. Yo tengo que… Pedirles esto, porque temo no poder hacerlo después. Necesito pedirles perdón a ambas, por el mal que les hice. Les suplico que… que me perdonen, que me perdonan ahora, por favor.

Soledad (conmovida): Alfredo…

Alfredo: (llorando) Perdóname Soledad. Ya no puedo seguir más con esta carga. Te suplico que en este momento, te toques el corazón de piedad y me perdones para estar en paz…

Soledad: (con un nudo en la garganta) Claro que sí Alfredo. Te perdono.

Alfredo: Violeta…

Violeta se acerca a él, no dice nada, pero al igual que su madre, siente un nudo en la garganta.

Alfredo: Violeta, hija (La toma de las manos). Yo sé que… te cuesta perdonarme cuando recién te has enterado de la verdad, pero yo… Te quiero pedir que por favor, me des la oportunidad de perdonarme también, tú que siendo mi hija, te hice tanto daño. (Susurrando) Perdóname…

Violeta: (se le saltan las lágrimas) Está bien papá. Yo también te perdono.

Alfredo también suelta lágrimas al escuchar de Violeta decir la palabra “papá”. En su rostro se ve el inmenso alivio que siente, un alivio que nunca había sentido desde largos veinticuatro años. Empieza a cerrar los ojos al tiempo que suelta las manos de Violeta. El electrocardiograma indica que se ha quedado sin signos vitales.

Violeta (desesperada): ¡Papá! ¡Espera! Por favor, no. Abre los ojos, papá. ¡No me hagas esto! ¡Papá! ¡Enfermera!

Soledad: Violeta, por favor.

Violeta: (llorando) ¡Papá! ¡Nooooooooooo! (Se aferra al cuerpo de Alfredo desesperada) ¡Por favor, no me dejes ahora! ¡Te lo suplico!

Las enfermeras y un doctor entran en ese momento. Intentan retirar a Violeta de Alfredo, pero ésta no se aparta.

CONTINUARÁ…

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