sábado, 25 de enero de 2014

Capítulo 1: Orígenes ocultos

24 AÑOS ANTES
INT. / CORPORATIVA SAN ROMÁN / DÍA


Ya es tarde en la Corporativa San Román, la más importante de Miami, por lo que todos los empleados ya se han ido, excepto Soledad, quién trabaja como secretaria en dicha empresa y se había quedado haciendo un trabajo extra que tenía pendiente. Cuando la joven finalmente termina, suspira de alivio.


(SOLEDAD JOVEN)

Soledad: ¡Que bueno que ya terminé este trabajo! Mejor me muevo a dejarlo sobre el escritorio del licenciado San Román y me voy para mi cita con Alfredo (suspira enamorada).

Soledad se levanta de la silla, guarda unos documentos dentro de una carpeta, toma su bolso y se dirige a la oficina de uno de sus jefes y dueño de la empresa Fernando San Román. Él, mientras tanto, se encuentra leyendo unos documentos.

Soledad: (entrando a la oficina) Licenciado, aquí están los documentos que me pidió (le enseña la carpeta).

Fernando: (mirando degeneradamente a Soledad) Póngalos sobre el escritorio Soledad.

Soledad: (pone la carpeta sobre el escritorio) ¿Necesita algo más?

Fernando: ¡No! Bueno, en realidad... sí Soledad, necesito algo más.

Soledad (incómoda): ¿Tiene que ser para hoy mismo Licenciado?

Fernando: ¿Algún problema Soledad? (se levanta y comienza a caminar tras ella).

Soledad: Bueno, es que... tengo una cita con mi novio, con decirle que ya ando atrasada por el trabajo que usted me ordenó hacer.

Fernando: (hablándole muy cerca al oído) Seguro su novio no se molestará si la tomo prestada un par de horas más. ¿No cree? (le empieza a desabotonar la chaqueta del uniforme a Soledad).

Soledad: (se aparta nerviosa y asustada) Ya me imagino cuáles son sus intenciones conmigo Licenciado, pero con todo respeto, no me gustan para nada.

Fernando: ¡Por favor Soledad! No se haga la santa. Yo sé muy bien que usted desea lo mismo que yo. Desea que la haga mía (se va acercando a ella). Todas son iguales.

Soledad: ¡Pues se equivoca! Yo no soy como todas las mujeres, yo soy una persona decente y con su permiso, si no necesita nada más respecto a lo laboral, ya me voy.

Con decisión, Soledad se abre paso para salir de la oficina, pero de repente, Fernando la toma con brusquedad del brazo y le habla duramente.

Fernando: ¡Usted de aquí no sale Soledad! ¿Me oye? De aquí no sale.

Soledad (aterrada): Por favor Licenciado, suélteme, me está haciendo año, por favor.

Fernando arroja con fuerza a Soledad contra la pared y con rapidez, comienza a desabrocharse el cinturón. Soledad en medio de lágrimas, le ruega a Fernando que no le haga nada, pero él no la escucha y con la mayor perversión, comienza a desvestirla para abusar de ella, mientras la besa apasionadamente.

Soledad: (gritando) ¡Por favor, suélteme! ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Alguien ayúdeme por el amor de Dios!

Fernando (agitado): Nadie te va a escuchar mi amor, no hay nadie en la empresa, salvo los vigilantes que están en el primer piso.

Soledad: (intentando soltarse) ¡Suélteme o no respondo!

Fernando: (le cachetea) ¡Cállate! ¿Por qué no tienes problema en revolcarte con mi cuñado Alfredo y conmigo sí?

Soledad: (mirándolo sorprendida) Claro que no. Eso es mentira (llorando).

Fernando: (riendo malévolamente) ¿Mentira? Por favor Soledad, yo no soy ningún tonto. Sé muy bien lo que hay entre Alfredo y tú. Y no perdamos más el tiempo y disfrutemos del momento.

Fernando continúa rasgando las ropas de Soledad sin ninguna piedad, pero afuera de la oficina, Alfredo, cuñado de Fernando y socio de la empresa, baja del ascensor y escucha los gritos desgarradores de Soledad, con quién tiene una relación secreta. Alfredo corre inmediatamente a la oficina de Fernando y entra. Es así como se encuentra con semejante escena.

Alfredo (furioso): ¡Suéltala ahora mismo desgraciado!

Alfredo toma de la camisa a Fernando y le pega un puño en la cara que hace caer a éste último hacia el escritorio, reventándole el labio inferior.

Fernando (asustado): ¡No es lo que parece Alfredo! Cálmate.

Alfredo (muy alterado): ¿Ah, no? ¿Entonces qué diablos significa lo que le estabas haciendo a Soledad?

Soledad: (corre hacia Alfredo llorando) Por favor Alfredo, ya no tiene caso. Dejemos las cosas así, por favor.

Alfredo: No Soledad. Este desgraciado me las va a pagar por haberte intentado violar. No le van a quedar ganas de volverlo hacer.

Fernando: No hagas hago de lo que te puedas arrepentir, por favor... ¡Escucha a Soledad!

Alfredo toma nuevamente de la camisa a Fernando muy furioso; éste último, intenta soltarse, pero Alfredo sin ningún control y con fuerza lo empuja. Fernando pierde el equilibrio y se golpea severamente la cabeza contra la punta del escritorio, cae al piso y muere instantáneamente. Soledad y Alfredo se quedan impactados.

Soledad: (llorando) ¡Dios mío Alfredo! ¿Qué hiciste?

Alfredo: (se inclina para tomarle el pulso a Fernando de la muñeca) Soledad... (Aparta asustado la mano)... Está muerto...

Soledad: ¡No puede ser! ¡Esto no puede estar pasando! ¡No Dios mío, no!

Alfredo (consternado): Lo maté Soledad. Maté a mi cuñado, maté al esposo de mi hermana (se levanta preocupado). ¿Sabes qué significa eso? ¡Voy a parar a la cárcel! (se lleva las manos a la cabeza desesperado) ¡No!

Soledad: (lo toma de las manos) No Alfredo, tú no puedes ir a la cárcel. No puedes.

Alfredo: ¿Y entonces qué hago Soledad? No puedo escapar, se darán cuenta que maté a Fernando.

Soledad: No va a ser así porque yo no lo voy a permitir mi amor. Vete. ¡Vete Alfredo! Vete de aquí y olvídate de mí y de que esto sucedió. Yo lo arreglaré, pero vete.

Alfredo: ¿Cómo voy a dejarte sola? ¡Eso nunca! Me quedaré a tu lado.

Soledad: Ya te dije que te vayas, por favor. No hagas esto más difícil. Escúchame bien, yo te amo y no voy a permitir que vayas a la cárcel (le acaricia el rostro con ternura). Esta va a ser la última vez que nos veremos, por eso olvídate de mí... (Rompe a llorar desconsoladamente).

Alfredo: Te amo (la besa tomándola del rostro). Pero por favor, dime que piensas hacer...

Soledad: Solo limítate a saber que arreglaré esto. No puedo decírtelo porque de otra manera, no funcionará lo que planeo. Vete, vete ahora... Alfredo.

Alfredo no puede evitar soltar las lágrimas. No sabe que pretende hacer Soledad, pero le hace caso. Sale corriendo de aquella oficina y ella rota de dolor, se arrodilla en el piso desconsolada.

ACTUALIDAD
INT. / CARCELARIO FEMENINO, CELDAS / DÍA


En una de las celdas, Soledad, convertida ya en una mujer mayor, está sentada en su cama, vestida con el uniforme de presa, mirando la fotografía de una hermosa joven.



Soledad: Cuántos años han pasado Dios mío. Han pasado... veinticuatro largos años desde que entré aquí, condenada a pagar un crimen que no cometí, a pagar por el crimen que cometió Alfredo (se pone solloza). Pero ya pronto saldré (mira la foto) y por fin podré estar cerca de ti hija, por fin...

Soledad sonríe con esperanza, mientras se limpia las lágrimas que estaba apunto de derramar.

INT. / FLORERÍA BUENA VISTA / DÍA

Violeta estaba de espaldas mirando una caja de hermosos claveles rojos, sonriendo ilusionada e inocente. Era la misma joven de la fotografía de Soledad. De repente, la voz de un anciano la sorprende por detrás:



Florencio: ¿En qué tanto piensas hoy mijita?

Violeta: (volteándose avergonzada) Ay, que pena contigo abuelito Florencio. Estaba embobada pensando.

Florencio: ¿Y se puede saber en qué cosas?

Violeta: En cosas sin importancia. Bueno, pensaba en el amor.

Florencio (sorprendido): ¿En el amor?

Violeta (tímida): Sí, en el amor (se pone una pequeña flor violeta en el cabello). Yo nunca me he enamorado, ¿sabe? Y por eso me pregunto si de verdad el amor es como lo pintan.

Florencio: Pues sí, es cómo lo pintan, pero así como el amor te hace ver todo de otra manera, también trae muchos sufrimientos.

Violeta: Debes tener razón.

Florencio: ¿Y de verdad a tu edad nunca te has enamorado? ¿Nunca has tenido un galán que se robe tu corazón?

Violeta: ¿Y qué me quieres decir eso abuelito Florencio? ¿Que me voy a quedar para vestir santos?

Florencio: No, no mijita. No quería decir eso. Me refiero a que se me hace muy raro que tú siendo una muchacha tan hermosa no hayas tenido en tu vida algún novio y más como son todas las muchachas de hoy en día.

Violeta: No, pero claro que habían chicos en el colegio que me gustaban, pero tú sabes que es muy diferente a estar enamorada. Ese es el amor que tanto anhelo llegue a mi vida. Pero en vez de seguir hablando, mejor pongámonos a trabajar. No vaya a ser que llegue un cliente y no lo atendemos como tal (ríe).

Florencio: Sí, tienes razón mijita.

Violeta y su abuelito Florencio toman una caja de flores entre ambos y la llevan hasta una carretilla, afuera de la florería.

EXT. / CORPORATIVA SAN ROMÁN / DÍA

Afuera de la empresa, Mateo San Román del Castillo, hijo del difunto Fernando San Román, sale en dirección a subir a su lujoso automóvil, mientras habla por celular con su madre Martha, que habla también desde su celular en la mansión familiar.



Mateo: (subiéndose) No lo creo mamá. Sabes que no me gusta ir a ese tipo de reuniones con tus amigas.

Martha: Lo sé hijo. ¿Pero no crees que sea mejor a pasarte todas las noches en ese restaurante tocando un piano?

Mateo: (abrochándose el cinturón) Mamá, ya hemos hablado de eso. Entiende que la música es mi pasión. Tocar el piano en el restaurante de Gerardo es lo único que me aleja de los problemas laborales de la empresa.

Martha: Está bien, está bien. Haz lo que quieras. Pero quería pedirte un favor.

Mateo: ¿Qué es mamá?

Martha: Necesito unas flores, preferiblemente rosas rojas para decorar la mesa. ¿Podrías traérmelas? El inútil del chófer está enfermo y no puede

Mateo: Claro mamá. Te las llevaré inmediatamente después de salir del restaurante. Te dejo. Voy a asistir a un almuerzo laboral.

Martha: Bien hijo, adiós. Nos vemos esta noche. Cuídate.

Mateo: Te amo mamá, adiós.

Mateo cuelga el celular, lo tira en el asiento de al lado y arranca el auto. Por su parte, en la sala de la mansión, Martha también cuelga algo pensativa el celular. En ese momento, entra su hermano Alfredo.



Alfredo: ¿Hablabas con mi sobrino Mateo?

Martha: Sí, hablaba con él. Le propuse que viniera a la cena de esta noche con mis amigas, pero me dio un rotundo no. Prefiere ir al restaurante de Gerardo a tocar un aburrido piano.

Alfredo: Deberías dejar que haga lo que quiera (toma asiento). Después de todo, ya está bastante grande para que cuestiones sus decisiones.

Martha: Yo eso yo lo sé perfectamente Alfredo. Debo aceptar que mi hijo ya es un hombre, pero eso no quita que me deje de preocupar por él.

Alfredo: ¿Y qué es lo que te preocupa? ¿Que se enamore?

Martha: Claro que sí, pero más me preocupa que se enamore de alguna muchachita que no valga la pena. Tú sabes como son de indecentes las chicas hoy en día y también sabes como son de débiles los hombres (dice irónica).

Alfredo (incómodo): ¿Tratas de echarme alguna indirecta Martha?

Martha: No, claro que no. Yo solo ponía de ejemplo tu experiencia. Te enredaste con una asquerosa secretaria hace veinticuatro años, sin importarte las diferencias sociales y mira nada más, por culpa de la mujerzuela esa, hoy Fernando está muerto. Menos mal ahora debe estar pudriéndose en la cárcel, pagando por su pecado.

Alfredo: (poniéndose triste) Tú no sabes como pasaron realmente las cosas Martha.

Martha: (levantándose furiosa) ¡Ella mató a Fernando! ¡Lo mató a sangre fría! ¡No la defiendas! Fue tan descarada que aceptó haberlo seducido para asesinarlo.

Alfredo: (pensando: Si supieras que quién mató a Fernando hace años fui yo y no la pobre Soledad).

Martha: Ojalá esa mujercita siga por muchos años más allá en la cárcel y se muera, porque eso merece esa asesina que mi hijo y yo, odiamos con toda el alma.

Martha sale muy furiosa de la sala por haber removido el pasado. Alfredo por su parte, se siente culpable por Soledad.

INT. / CARCELARIO FEMENINO, SALA DE VISITAS / DÍA

Soledad ingresa a la sala de visitas de la cárcel. Tras el vidrio, la espera Clemencia, su hermana casi de la misma edad. Soledad toma asiento.



Soledad (feliz): ¡Clemencia! ¡Que bueno que viniste! ¿Cómo... cómo estás?

Clemencia: Bien Soledad (tose varias veces). He estado muy enferma últimamente. Apenas he podido venir hasta aquí.

Soledad (apenada): Eso veo. Estás algo pálida. Has cambiado desde la última vez que viniste. Fue hace tres meses. ¿Cómo están mis sobrinas?

Clemencia: Están bien. Andrea casi no pasa tiempo en la casa, pero es por su trabajo y Marianita, pronto terminará el bachillerato, sólo me apena verla tan ilusionada con entrar a la universidad. Dudo que podamos pagarlo.

Soledad: (sonriendo) No te preocupes por eso. Mariana es una buena estudiante. A lo mejor puede ganarse una beca. ¿Y Violeta? ¿Cómo está ella? ¿Cómo está... mi hija?

Clemencia: (tosiendo) Muy bien, sólo me preocupa que trabaje tanto en la florería. Es una niña tan buena y tan responsable. Paga la mitad de los gastos, pero me da mucha tristeza ocultarle... la verdad.

Soledad: Por favor Clemencia, no vayas a contarle nada, por lo menos aún no.

Clemencia: ¿Cuándo vamos a hacerlo entonces? (tose). Ella merece saber que tú eres su verdadera madre y no yo. Ya han pasado veinticuatro años de hacerla pasar por mi hija ante mi familia.

Soledad: Lo sé, pero todavía no puede saberlo. Sería causarle un gran dolor el que supiera que su madre está en la cárcel por asesina. Temo que me desprecie.

Clemencia: ¡Pero tú no lo hiciste! Tú no mataste a Fernando San Román. Fue el padre de Violeta, fue Alfredo.

Soledad: De igual manera, no quiero que mi niña sepa la verdad todavía. Te lo pido Clemencia, no se la digas. Ya pronto terminaré mi condena aquí y podré acercarme a ella, para ganarme su cariño. Después hablaremos y le confesaré todo, pero por favor, aún no.

Clemencia se queda pensativa, frente a la mirada preocupante de Soledad.

INT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ, COCINA / DÍA

Mariana estaba en la cocina preparando un té. De repente, llega Andrea, su hermana mayor.



Andrea: Hola hermana (abre la nevera). ¿No hay nada para comer? Me muero del hambre.

Andrea: Hola hermana (abre la nevera). ¿No hay nada para comer? Me muero del hambre.

Mariana (ofendida): ¿Se puede saber dónde estuviste anoche? Todos estábamos muy preocupados por ti, especialmente la pobre mamá que anda bien enferma.

Andrea: (sirviéndose jugo en un vaso) ¡Deja de ser metiche Mariana! Es mi vida y hago con ella lo que se me venga en gana (bebe).

Mariana: ¡No eres más que una mantenida y una desocupada! A parte de que no ayudas para los gastos, te la pasas como perro por tu casa. Mi papá y Violeta son los únicos que trabajan aquí y por ellos no nos morimos de hambre.

Andrea: Tú misma lo acabas de decir, mi papá y Violeta, tú no tienes derecho a reclamar nada, así que cállate. Y que te que claro que no soy una desocupada. Yo sí trabajo, sólo que lo gano, lo gasto para mí.

Mariana: ¡Que egoísta eres!

Andrea: (alzando la voz) ¡Egoísta no! Me preocupo por mí y por mis necesidades. Si me pongo a traer lo que gano en mi trabajo a esta casa, ¿qué pasa conmigo? ¿Yo acaso no tengo derecho a darme mis gustos a pesar de vivir en esta pobreza?

Mariana: ¿Sabes qué? No voy a seguir perdiendo mi tiempo discutiendo contigo. Ojalá con ese trabajito que tienes logres salir tan adelante como deseas y salgas de esta pobreza como dices (sale de la cocina indignada).

Andrea: (sonriendo) ¡Que estúpida! Ah, pero ya llegará mi momento. ¡Saldré de esta miseria como sea!

Andrea se queda sonriendo, ambicionando un mejor futuro.

EXT. / FLORERÍA BUENA VISTA / NOCHE

Ya es algo tarde en el vecindario dónde está ubicada la florería, tanto que es algo oscuro. Violeta está cerrando el local, pero se complica con las llaves para ponerle seguro a la puerta.



Violeta: ¡Ah! ¿Pero cuál es la llave...? ¿Cómo voy a encontrarla con todo oscuro? ¡Seré mensa!

Mientras Violeta busca la llave en el llavero, dos tipos extraños se acercan por la calle. Uno al ver a Violeta, se la señala al otro y sonríen maliciosamente.

Extraño 1: ¡Hola nena! ¿Por qué tan solita por aquí?

Extraño 2: Sí. Eso no es bueno mi amor. Te pueden hacer algo.

Violeta (ofendida): ¿Qué les pasa par de bobos? ¡No les he dado confianza para que me hablen así! ¡Fuera de aquí, órale!

Extraño 1: (riendo) ¡Uy, pero qué grosera! Nos deberías tratar con más cariño.

Violeta: No me interesa. ¡Déjenme en paz!

Violeta se aleja de aquellos sujetos, pero comienzan a perseguirla. Al darse cuenta de ello, acelera el caminar y posteriormente sale corriendo, pero se enreda y cae en la carretera. Uno de los extraños la alcanza, le arrebata el bolso y sin dudarlo, se va corriendo junto con los demás delincuentes.

Violeta: (gritando desesperada) ¡Oigan! ¡Vuelvan! ¡Ayuda, me están robando! ¡Vuelvan!

En ese momento, un auto con las luces delanteras encendidas viene por la carretera y para. De el, se baja un joven, que es Mateo y que al ver a Violeta, corre a ella para socorrerla.



Mateo: (inclinándose) ¿Se encuentra bien señorita?

Violeta mira a Mateo con gran impresión, al tiempo que se llena de una extraña sensación en su interior. Lo mismo le pasa a Mateo. Ambos se conectan con la mirada y los consume un ardor entre su pecho.


CONTINUARÁ...

Escrito por Aleja Soto

2 comentarios:

  1. Hola, ya leí el primer capítulo. Antes que juzgarla, hay que tratar de entender a la madre de Mateo... Para
    ella, Soledad mato a su marido. y como madre, quiere lo mejor para su hijo.

    O sea, Violeta y Mateo son primos?

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  2. Hola, ya leí el primer capítulo. Antes que juzgarla, hay que tratar de entender a la madre de Mateo... Para
    ella, Soledad mato a su marido. y como madre, quiere lo mejor para su hijo.

    O sea, Violeta y Mateo son primos?

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