sábado, 25 de enero de 2014

Capítulo 2: La maldad se hace presente















PARTICIPACIÓN ESPECIAL: Elvira Monsell como La empleada de la familia San Román

Violeta y Mateo han quedado completamente impresionados el uno por el otro. Luego de un breve momento, Violeta reacciona y dirige la mirada para otra parte. 



Violeta: Sí, muchas gracias por preocuparse, estoy bien.

Mateo: ¿Le hicieron algo esos delincuentes?

Violeta: Me robaron mi bolso. ¡Ay no puede ser! (se toca la frente desesperada).

Mateo: ¿Qué sucede?

Violeta: Ahí tenía el dinero de la renta de la casa. Y tengo que pagarle al dueño mañana. ¡No! ¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Cómo le voy a responder?

Mateo: El dinero es lo de menos, lo importante fue que no le hicieron nada. La ayudaré a levantarse.

Mateo, como todo un caballero ayuda a Violeta a levantarse de la desolada carretera. Ella le agradece su bonito gesto.

Violeta: Muchas gracias nuevamente joven. Es usted muy amable.

Mateo: No me lo agradezca. Es un deber mío correr en la necesidad de alguien que lo necesita, como usted.

Violeta: De todos modos, gracias. Yo mejor me voy para mi casa a pensar en que le voy a decir mañana al casero (ríe forzadamente). Buenas noches (se va caminando muy preocupada).

Mateo: ¡Oye! ¡Espera! (la alcanza).

Violeta: (voltea) ¿Sí?

Mateo: No sería bueno que te fueras sola hasta tu casa y más con lo que te acaba de pasar y tampoco sería bueno de mi parte, dejarte ir. Puedo llevarte hasta tu casa.

Violeta (sorprendida): ¿Hasta mi casa? De hecho, no vivo tan lejos, solo a tres cuadras de aquí. No es necesario, gracias.

Mateo: Está bien, pero antes de que te vayas, quiero preguntarte algo. Como veo que perteneces a este barrio, supongo que debes conocer donde queda una tal florería Buena Vista, me parece que ese es su nombre.

Violeta: (sonriendo) Ah, sí. Es la florería donde trabajo. Es allí al frente. ¿Por qué pregunta por ella?

Mateo: Necesito comprar un ramo de rosas rojas. Y que casualidad que justo seas tú la que vaya a vendérmelas, no me lo imaginé.

Violeta: Bueno es que ahora la florería está cerrada. Justo antes de que esos pinches ladrones me robaran el bolso, acababa de cerrarla.

Mateo: ¿Eso quiere decir que no me venderás las flores?

Violeta: No, no lo tome así. Se las vendería de mil amores, pero la puerta está cerrada y la llave estaba dentro del bolso, de otra manera no se puede abrir.

Mateo: Mmm, ya veo ¿Y tiene seguro la puerta? Es que necesito esas flores urgente, me las pidió mi madre.

Violeta: De verdad lo siento, pero no puedo forzar la puerta. Para empezar, la florería no es mía, es de un amigo de mi padre, que es como mi abuelito y yo sólo le ayudo aquí. Lo siento mucho.

Mateo: Está bien, no te preocupes. Lo entiendo.

Violeta: Créame que me da mucha vergüenza con usted, después de como se me ha preocupado por mí, aunque si quiere, puede venir mañana, si todavía le sirven las flores, claro.

Mateo: ¿Sabes que sí? Mañana vendré. Quiero el mejor ramo de rosas que tengas, ¿vale? Y como te dije antes, no te preocupes. Ten buena noche.

Mateo se dirige hasta su auto. Violeta se queda viéndolo, suspirando por él sin saber el por qué.

Mateo: (gritando) ¿Segura que no quieres que te lleve hasta tu casa?

Violeta: ¡No, muchas gracias!

Mateo: ¿Cuál es tu nombre? El mío es Mateo.

Violeta: Yo me llamo Violeta.

Mateo le sonríe a Violeta y sube al auto; posteriormente, arranca y retrocede por la carretera en la que había venido. Violeta también toma rumbo a su casa, caminando.

INT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ, CUARTO DE CLEMENCIA / NOCHE

Clemencia está en su cuarto, un cuarto pequeño, típico, sentada en una silla, orando un Padre Nuestro. Mariana le organiza la cama para que pueda dormir.



Clemencia: Perdona nuestras ofensas, así también como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal. Amén.

Mariana: ¡Listo mamita! Ya puedes venir a acostarte.

Clemencia: (algo cansada) Gracias mija. Tú siempre tan linda velando de mí, pero ya te he dicho que no quiero ser una carga.

Mariana: ¡Ay claro que no mamá! (va y la toma de las manos sonriéndole tiernamente). Tú no eres ninguna carga. Yo hago todo esto por ti, porque te amo, además yo soy la única que puede cuidarte. Violeta trabaja muy duro y no tiene tiempo, en cuanto a Andrea, mejor ni digo (le suelta las manos).

Clemencia: Por favor Mariana, no molestes a Andrea, es tu hermana. Bastantes preocupaciones tengo ya.

Mariana: Sí mamá, discúlpame.

Clemencia: ¿Y Violeta? ¿Ya llegó?

Mariana: No, aún no ha llegado y se me hace muy raro porque siempre está aquí en la casa pasadas las ocho.

Clemencia (preocupada) Y ya van a hacer las nueve. ¿Dónde podrá estar? ¿Será que le pasó algo?

Mariana: No pienses lo peor mamá, a lo mejor habían muchos clientes y por eso está retrasada. Acuérdate que mañana es el día de San Valentín.

Clemencia: Sí, debe ser por... por eso (comienza a toser fuerte).

Mariana: Mamá mejor acuéstate ya, la noche está muy fría y te puede hacer más daño.

Clemencia: Es que no me siento capaz de... (Tose), de dormir sola en esa cama. Ya estoy acostumbrada a dormir con Ulises, me va a hacer falta.

Mariana: Lo sé mamá, pero papá llega mañana del pueblo donde trabaja. Si quieres puedo dormir contigo esta noche para que no te sientas tan solita.

Clemencia (feliz): ¡Claro mijita! (tose).

Mariana: Voy a ir por tu jarabe. Ya vuelvo.

Mariana sale del cuarto en busca del jarabe de Clemencia, la cuál se queda tosiendo seguidamente.

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN, ENTRADA / NOCHE

Martha está en la puerta de su mansión, despidiendo a sus elegantes y recatadas amigas. Habían acabado de terminar su cena.



Martha: (sonriéndoles) Espero volverlas a ver pronto por aquí.

Amiga 1: ¡Eso tenlo por seguro mi querida Martha! La cena estuvo espectacular, pero no vimos a tu hijo ¿Dónde anda?

Martha: Asuntos laborales. Seguro le surgió algo a última hora y por eso no ha llegado. Él es muy comprometido con su trabajo, lo heredó de Fernando.

En ese momento, sale Alfredo y se hace junto a Martha.



Amiga 2: Hablando de tu difunto esposo, me enteré que la tal Soledad, esa que lo mató, está pronta a terminar su condena en la cárcel.

Martha (muy sorprendida): ¿Estás segura de lo que me estás diciendo? ¿Esa mujerzuela va a salir libre?

Amiga 2: Pues segura no estoy, eso me dijo mi esposo que tiene un amigo juez, al parecer es el mismo que llevó el caso de esa mujer hace veinticuatro años.

Martha (furiosa): ¡No puede ser! ¡Maldición!

Alfredo, entonces tiene un viejo recuerdo ahora que han mencionado a Soledad.

FLASH BACK
INT. / RESTAURANTE / 24 AÑOS ATRÁS


Soledad y Alfredo se encuentran almorzando en un restaurante. Ella está feliz por darle una noticia.

Alfredo: Y bien, ¿qué es eso que vas a contarme y que te tiene tan feliz, ah?

Soledad: (sonriendo) Alfredo es que... últimamente había estado experimentando mareos y hoy estuvo haciéndome un chequeo médico.

Alfredo (preocupado): ¿Y qué te dijo el doctor? ¿Te encuentras bien?

Soledad: Más que nunca. ¡Estamos esperando un bebé Alfredo! ¡Estoy embarazada!

Alfredo: ¿Me hablas en serio Soledad?

Soledad: ¡Claro que hablo en serio! El doctor mismo me dio la noticia. Tengo aproximadamente seis semanas.

Alfredo (muy emocionado): No lo puedo creer.

Él en medio de su gran emoción, se levanta de su asiento, junto con Soledad; ambos se abrazan felices y se besan.

FIN DEL FLASH BACK

Alfredo: (pensando: Me pregunto que pasaría con ese hijo. ¿Qué haría Soledad con él?).

Mientras las amigas de Martha suben a sus autos, ella habla con gran odio en su voz.

Martha: ¿Oíste eso Alfredo? ¡La malnacida de Soledad va a salir e la cárcel! ¡Va a salir!

Alfredo: ¿Y qué podemos hacer Martha? Ya le pagaste suficiente al juez para que alargara la condena. ¿Piensas acaso pagarle más?

Martha: No puedo quedarme con los brazos cruzados, viendo a esa mujer disfrutar de la libertad como si lo mereciera. Mañana hablaré con ese juez para ver a que acuerdo podemos llegar, pero de que no sale, no sale o dejo de llamarme Martha del Castillo.

Martha entra a la mansión, dejando a Alfredo suspirando.

INT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ, COMEDOR / DÍA SIGUIENTE

Violeta se encuentra junto con Mariana poniendo la mesa para el desayuno. Las chicas platican animadamente. Violeta lleva los platos, mientras que Mariana pone los cubiertos.




Violeta: ¡Ay Mariana! ¿Y por qué no aceptaste?

Mariana: Porque él no me gusta. Claro que me hubiera encantado ir al cine, pero no con él. Tú sabes que mi corazón le pertenece a Beto (suspira enamorada).

Violeta: ¿Y entonces si estás tan enamorada de él por qué no te le declaras de una vez?

Mariana: (se sonroja) ¡Ay no! ¿Cómo crees? ¡Me moriría de pena Violeta!

Violeta: (riendo) Pues yo no puedo aconsejarte nada, la verdad no sé nada de estos temas del amor, ¿pero sabes? (se queda quieta pensando) Anoche... anoche conocí a un hombre, que no sé por qué pero... me hace sentir algo que nunca antes había sentido dentro de mí.

Mariana (muy emocionada): ¡No puedo creerlo! Así que por eso te demoraste en llegar, ah, picarona.

Violeta: ¡Mariana, que cosas dices! Pero no me demoré tanto por eso, sino porque cuando cerraba la florería, unos inmundos ladrones me robaron el bolso y fíjate que ahí levaba el dinero de la renta de la casa.

Mariana: ¿La renta de la casa? ¡No puede ser! Y justo hoy que viene el casero.

Violeta: En eso me quedé pensando toda la noche, no pude pegar el ojo y con lo cascarrabias que es ese señor, no creo que me de otro plazo. Hoy era el último día que me había dado.

Mariana: Si puedo ayudar en algo, dime...

Violeta: Muchas gracias Marianita, pero no, no es necesario. Ya veré como soluciono esto.

Mariana: No sé si sirva de mucho lo que te voy a decir, pero puedes decirle a Andrea. Ella debe tener mucho dinero ahorrado. Pregúntale si puede prestarte algo para pagar la renta y que tú luego se lo pagas.

Violeta: (indecisa) No sé si debería. Tú sabes como es Andrea, pero nada pierdo con intentarlo. Es mejor morir en el intento que esperar a que vengo el casero a echarnos a la calle.

Violeta se siente insegura, mientras Mariana la ve impotente.

INT. / CARCELARIO FEMENINO, PATIO / DÍA

Soledad se encuentra caminando en el patio de la cárcel, acompañada de Susana, una amiga.



Soledad: (llorando de emoción) ¡Ya casi salgo de aquí Susana! Por fin, después de tantos años podré... por fin acercarme a mi hija.

Susana: Me alegra mucho por ti Soledad, te lo mereces, es más, ni uno solo de los años que has pasado encerrada aquí los merecías. Pagaste por un asesinato que no cometiste.

Soledad: (limpiándose las lágrimas) ¿Qué más podía ser? Yo amaba a Alfredo y por eso me culpé del asesinato que él cometió. Luego no podía decirles a las autoridades que en realidad no lo hice, obviamente no me creerían. Una vez untada la mano, untado todo el brazo.

Susana: Yo entiendo eso Soledad, pero si Alfredo realmente te hubiera amado como tú a él, no se habría acobardado y se habría puesto los pantalones para no permitir que tú pagaras sus errores.

Soledad: Tienes razón, siempre fue... un cobarde. Incluso él sabía que estaba embarazada y en ninguno de los nueve meses de gestación, vino a visitarme para mostrarse preocupado por su hija. Con eso me di cuenta que solo le importaba él mismo y nadie más.

Susana: Pero bueno, no te amargues removiendo el pasado y más bien alégrate. En una semana no vas a estar más aquí.

Soledad: Sí, pero me va a dar algo de nostalgia dejar este lugar. He pasado casi toda una vida aquí. Ojalá y después de que yo salga, me sigas tú para que sigamos siendo amigas, porque me va a pesar dejarte.

Susana: ¡Ay! Por eso no te preocupes. Lo más importante es tu hija. A mi, pues todavía me faltan unos meses para salir, pero ten por seguro que apenas cumpla con lo mío, vamos a seguir siendo esas inseparables amigas que siempre hemos sido. No te me vayas a perder, eh...

Soledad: (sonriendo) Claro que no.

Soledad y Susana se funden en un fraternal abrazo.

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN, COMEDOR / DÍA

Martha está desayunando acompañada de Alfredo. En eso, entra Mateo que besa a su madre en la mejilla y saluda a su tío.



Mateo: Buenos días mamá (besa en la mejilla a Martha). Buenos días tío.

Alfredo: Buenos días Mateo.

Martha (muy seria): Buenos días hijo. ¿No te piensas sentar a desayunar?

Mateo: No mamá, estoy sobre el tiempo para ir a la empresa. Me desperté un poco tarde.

Martha: No es para menos, se ve que anoche llegaste muy tarde. ¿Te quedaste en el restaurante de Gerardo tocando el piano o fuiste a otra parte?

Mateo: Llegué pasadas las nueve y fue porque al salir del restaurante, traté de encontrar una florería para traerte tus dichosas flores.

Martha: Pero no entiendo, no trajiste nada.

Mateo: Es que justo cuando encontré la florería, estaba cerrada mamá, disculpa si te he hecho quedar mal con tus amigas.

Martha: No te preocupes. Preguntaron por ti, pero yo les dije que estabas atendiendo compromisos de la empresa.

Mateo: Bueno mamá, me voy, adiós. (Hablándole a Alfredo) Tío, acuérdate que tienes una reunión con los proveedores de Brasil esta tarde. No vayas a faltar. Nos vemos más tarde.

Alfredo: Ok, allá estaré.

Mateo sale del comedor muy apurado. La intuición de Martha le hace sospechar algo sobre su hijo.

Martha: Mateo me oculta algo.

Alfredo: ¿A qué te refieres?

Martha: Me refiero a que le pasó algo noche que no me quiso contar. Seguramente por eso llegó tan tarde, y también por eso, no pudo comprarme las flores que le encargué.

Alfredo: Haber Martha, y según tú, ¿qué es eso que Mateo no te quiso contar?

Martha: No lo sé, algo me dice que no es bueno, que es malo, perjudicial. De repente se me llega a la cabeza que pudo haber pasado el rato con una prostituta.

Alfredo: ¡Por favor! Ahora sí que tu instinto sobre protector sobre Mateo llegó al límite. Él es un muchacho de bien. ¿Cómo se te puede ocurrir tal cosa?

Martha: Se me ocurre porque es posible. Si sigue con el mismo comportamiento, voy a tener que empezar a averiguar en qué anda mi hijo.

La egocéntrica Martha se queda pensando.

INT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ, COMEDOR / DÍA

Toda la familia López se encuentra desayunando, Violeta, Mariana, Clemencia y Ulises, excepto Andrea. En eso, Mariana monta conversación.




Mariana: (hablándole a Ulises) ¿Y cómo te fue en tu viaje papá?

Ulises: Igual hija, como siempre. No es mucho el pan que se vende, como llegaron otros vendedores ha habido mucha competencia.

Violeta: ¡Ay papá! Ya no deberías vender más pan en ese pueblo. Si hay tanta competencia como dices, puede ser peligroso para ti por la envidia.

Ulises: Si fuera tan fácil, hace rato hubiera dejado de vender pan, pero no. Eso es lo que da para el sustento de esta casa.

Clemencia: Ulises, Violeta tiene razón, no pongas tu vida en riesgo sólo por eso. Yo siempre te he dicho que es mejor que vendas pan en el mismo barrio en vez de irte tan lejos.

Ulises: Les pido por favor que no me cuestionen. Yo mismo sabré cuando dejar el trabajo en el pueblo, no necesito que me lo digan.

Andrea entra al comedor muy descaradamente, todos se quedan en silencio mirándola. Abre el refrigerador, saca la leche y se sirve en un vaso. Al notar que todos la miran, se sorprende.



Andrea: ¿Y ahora qué? ¿Por qué miran así? ¿Acaso maté a alguien?

Mariana: Por si no te has fijado, papá ya llegó. ¿Cómo es posible que seas tan indiferente?

Andrea: Ay, lo siento mucho papá. La verdad es que vengo casi muerta del cansancio, hambrienta, no me fijé, lo siento.

Ulises: ¿Dónde pasaste la noche Andrea? Porque aquí no fue.

Andrea: La pasé en la oficina. Tuve que quedarme hasta tarde trabajando, haciéndole un informe a mi jefe y me quedé dormida.

Ulises (muy sorprendido): ¿Pero qué clase de jefe tienes que te explota de esa manera?

Mariana: ¡Papá, no seas ingenuo! Ella no pasó la noche en la oficina como dice, quién sabe con quien estuvo esta desvergonzada.

Andrea: ¡Tú cállate estúpida!

Clemencia: ¡Por favor ya! Respeten por favor. Esto no es un ring de boxeo, es el comedor y se respeta (comienza a toser).

Violeta: Mamá, no deberías esforzarte hablando, mira como te pones.

Ulises: Andrea, espero que no me estés mintiendo. Si es cierto que tu jefe te puso ese trabajo, esta tarde voy a ir a su oficina a reclamarle.

Andrea: Claro que no papá, no es necesario. Ya soy lo suficientemente mayor para valerme por sí sola. No le veo nada malo trabajar horas extras, además, me va a pagar más (sonríe con malicia).

Violeta: Si fuera que ese dinero lo invirtieras en la casa, pero eres tan egoísta que solo lo gastas para ti.

Andrea: Perdona Violeta, pero eso a ti no te importa.

Clemencia: Ya basta, dejen de discutir, si no quieren que me ponga mal. Andrea verá en que invierte su sueldo. No la cuestionemos.

Violeta: Andrea, necesito hablar contigo. ¿Puedes darme un minuto?

Andrea: Vamos a mi cuarto (se acaba de tomar la leche).

Las dos chicas se retiran del comedor.

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN, HABITACIÓN DE MATEO / DÍA

Martha entra a la habitación de Mateo. Allí encuentra a la empleada, que es una señora de la tercera edad, tomando la ropa de Mateo para lavarla. Es la ropa que llevaba puesta el día anterior.



Empleada: ¿Se le ofrece algo señora Martha?

Martha: ¿Qué estás haciendo con la ropa de Mateo?

Empleada: La iba a llevar para lavarla.

Martha: Deja eso y sal de aquí. (La empleada se queda viéndola extrañada) ¿Es que acaso eres sorda? ¡Te he dicho que salgas de aquí! Yo me haré cargo de la ropa de mi hijo.

Empleada (cabizbaja): Sí señora (pone la ropa sobre la cama).

Martha: ¡Una cosa más! Cuidado le dices a mi hijo que estuve en su cuarto. Ni una sola de palabra de esto a él, ¿entendido?

Empleada: Entendido señora.

Finalmente la empleada sale y tras sí cierra la puerta. La anciana habla para sí misma.

Empleada: (murmurando) Algún día, la humillada va a ser otra señora Martha del Castillo. Dios va a hacerle pagar las terribles cosas que ha hecho.

Adentro de la habitación, Martha toma la ropa de Mateo y comienza a buscar en los bolsillos, pero al no encontrar nada, siente un olor.

Martha: (olfateando más de cerca la ropa) Perfume de mujer... ¡Lo sabía! (tira las prendas al piso enojada). ¡Mateo se acostó con una mujer! ¡Con una prostituta! Mi intuición nunca me falla, lo sabía.

Martha está sumamente enojada por creer lo que no es.

INT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ, HABITACIÓN DE ANDREA / DÍA

Violeta y Andrea están entrando en el cuarto de ésta última. Mientras Andrea busca en su armario que ropa ponerse, Violeta se queda sorprendida, pues son prendas de vestir muy caras.




Violeta (intrigada): ¿De dónde conseguiste toda esa ropa tan fina?

Andrea: ¡Haber Violeta! Por si no te has dado cuenta, mi sueldo de un mes, es el triple de lo que tú ganas trabajando en la florería en quince días. Con eso puedo comprarme todo lo que desee.

Violeta: Debes tener entonces mucho dinero ahorrado, porque hace seis meses andas trabajando en lo mismo, ¿no es así?

Andrea: (mirándola) Mejor dime que querías hablar conmigo. No tengo mucho tiempo. Debo volver a la oficina.

Violeta: Andrea, no le vayas a decir nada a mamá ni a papá, pero anoche cuando salía de la florería, me asaltaron unos ladrones y me robaron el dinero de la renta.

Andrea: No me digas, ¿y qué quieres que haga? ¿Que ponga una denuncia por ti?

Violeta: No, es que, hoy fue el último día que me dio de plazo el casero para pagar la renta y como te acabo de decir, no tengo dinero. Quería ver si podrías prestarme algo. Yo prometo pagártelo en cuanto pueda. Por favor.

Andrea: (riendo) ¡Ay Violeta! Claro que no. ¿Qué pensaste? La boba de Andrea va a pagar la renta por mí y le endulzo el oído prometiéndole que le pago después. ¿Con qué me lo vas a pagar? ¿Cuándo los burros vuelen?

Violeta: ¿Por qué eres así? Yo en ningún momento he pensado de esa manera. Así me toque decirle al abuelito Florencio que me de un adelanto, yo te pagaría como pudiera. Andrea por favor, el casero va a venir en la tarde y nos va a echar a la calle.

Andrea: ¡Ya te he dicho que no! No me quiero arriesgar a perder mi dinero prestándolo. Arréglatelas tú sola.

Violeta: ¿Pero es que no entiendes? Si nos echan a la calle, ¿dónde vamos a vivir? Mamá está muy enferma. Además, tú también resultarías afectada en todo esto.

Andrea: Ni tanto, fíjate. Aunque no lo creas, yo si tengo donde vivir. Y sal de mi cuarto, necesito cambiarme.

Violeta muy decepcionada, con un nudo en la garganta sale del cuarto de Andrea. Cierra la puerta y se lleva la mano a la boca sin saber que hacer.

INT. / RESTAURANTE / HORAS DESPUÉS

En un lujoso restaurante de la ciudad de Miami, un hombre anciano está sentado esperando a alguien, vestido elegantemente. De repente, la persona que esperaba llega al lugar; esa persona es Martha, que va vestida de negro, con unos lentes y unos guantes puestos del mismo color. Al tomar asiento, Martha se quita los lentes y los pone sobre la mesa.



Martha: ¿Lleva mucho esperando señor Álvarez?

Aquél hombre es el juez que llevaba el caso de Soledad veinticuatro años atrás.
Sr. Álvarez: No tanto señora Martha. ¿Desea tomar algo?

Martha: No. No lo cité aquí para charlar a tomar café, sino a llegar a un acuerdo. Me he enterado que Soledad Miranda, la asesina de mi marido, va a salir de la pronto de la cárcel. ¿Recuerda la jugosa cantidad de dinero que le pagué hace años para que alargara la condena de esa mujer?

Sr. Álvarez: Claro que sí. Pero no entiendo. ¿Qué tiene que ver eso con la salida de Soledad de la cárcel?

Martha: Es muy fácil señor Álvarez (saca un rollo de billetes de su bolso y lo pone sobre la mesa), haga lo posible para que esa mujercita no tenga libertad por mucho tiempo más y todo este dinero, va a ser suyo.

El señor Álvarez se queda deslumbrado por semejante cantidad de dólares juntos.

Martha: ¿Qué me dice? ¿Lo toma o lo deja?

Sr. Álvarez: (mirándola muy serio) Mire señora Martha, hace años, por mi ambición yo acepté esta misma oferta, pero ahora... ahora es muy diferente.

Martha: ¿Qué me quiere decir?

Sr. Álvarez: Que no pienso tomar ese dinero a cambio de lo que usted me está pidiendo. Soledad Miranda ya pagó más que suficiente por el asesinato de su difunto marido. Es injusto.

Martha (furiosa): ¡Pues a mi no me parece injusto! Y le digo una cosa, tome o no el dinero, va a tener que seguir extendiéndole la condena a esa asesina, porque si no, voy a ir hasta el fondo para que lo destituyan de su cargo de juez por corrupto, porque sé que a mí no ha sido la única a quien le ha recibido dinero.

Sr. Álvarez (indignado): ¿Me está amenazando?

Martha: ¡Tómelo como quiera! Lo importante es que ya sabe a lo que soy capaz de llegar.

El señor Álvarez se siente acorralado.

EXT. / FLORERÍA BUENA VISTA / DÍA

Mateo llega en su auto a la florería donde trabaja Violeta. Sonriendo, se baja y se acerca a la tienda.



Mateo: Buenas tardes.

Florencio: (saliendo del interior de la florería) Buenas tardes. ¿Qué se le ofrece?

Mateo: Estoy buscando a una joven. Se llama Violeta. Trabaja aquí.

Florencio: ¡Ah, sí! Mi niña Violeta. Efectivamente, ella trabaja aquí, pero en este momento no está. Tuvo que irse porque debía atender algo urgente en su casa.
Mateo: Ah, ya veo.

Florencio: Perdón que le pregunte, ¿pero quién es usted y por qué está buscando a Violeta?

Mateo: Me llamo Mateo. Vine anoche para comprar unas flores, pero la florería estaba cerrada y ella me dijo que volviera hoy.

Florencio: Bueno, pues si desea, dígame que tipo de flores necesita y yo con mucho gusto se las vendo.

Mateo: No se preocupe señor. Perdone también que yo le pregunte, ella vive cerca de aquí, ¿no?

Florencio: Sí, como a tres cuadras.

Mateo: Es que también... necesitaba hablar con ella para hacerle una invitación. Yo toco un piano en un restaurante cercano y me gustaría que visitara esta noche ese restaurante para escuchara alguna de mis melodías.

Florencio: Fíjese que a Violeta le encanta la música instrumental. Seguramente le encantaría aceptar su invitación, porque siempre ha deseado asistir a concierto.

Mateo: Tal vez si usted me dice la dirección de ella o me indica por donde vive, yo pueda hacerle la invitación.

Florencio: No sé si debería. Justo en este momento, Violeta está atendiendo un problema en su casa y sería imprudente tanto de parte mía como suya que usted se apareciera por allá ahora.

Mateo (preocupado): ¿Y de qué problema se trata? A lo mejor, yo puedo ayudarla.

Florencio se queda en silencio, ya que no le parece correcto contarle a Mateo.

EXT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ / DÍA

A fuera de la casa, está el casero con dos hombres, dispuesto a desalojar a Violeta y su familia. Violeta trata de impedirle el paso al casero, mientras al fondo, Mariana abraza a Clemencia y Ulises está desconcertado.




Violeta: Ya le dije, no pienso permitirles el paso a sus ayudantes para que saquen nuestras cosas. Lo tendrán que hacen bajo mi cadáver.

Casero (muy enojado): ¡Pero que atrevida es usted! ¡Esta casa es mía! No me paga la renta y ya se cree con derecho.

Ulises: (interviniendo) Pero señor, comprenda. No tenemos a donde más ir. Mi esposa está enferma, por favor...

Casero: Eso a mí no me importa. Hace tres meses llevo dándole plazo a su hija para que me pague. Hoy era el último día que le di, ya no pienso esperar más.

Violeta: (llorando) Por favor, mi padre tiene razón. No nos eche a la calle así, se lo pido, por favor. Yo le prometo que en dos días consigo todo el dinero que le debo, pero por favor, ahora no nos haga esto.

Casero: Si no me da permiso, mis hombres van a tener que utilizar la fuerza con usted señorita. Así que le sugiero que se aparte.

En ese momento, Mateo llega en su auto a la casa de Violeta. Al ver todo el problema desde la ventana, para e inmediatamente se baja.



Mateo: ¿Qué está sucediendo aquí?

Casero: ¿Quién es usted?

Violeta se queda sorprendida al ver a Mateo. Nuevamente, las miradas de los dos jóvenes vuelven a cruzarse.


CONTINUARÁ...

Escrito por Aleja Soto

1 comentario:

  1. Muy romantico el primer encuentro entre Violeta y Mateo. Andrea es una egotista, solo le interesa ella misma. No me gusta pero si me gusta la actriz que pusiste para ilustrar a Andrea (Jajajajaja). Sobre Martha, pues, es entendible que salga Soledad de la carcel... Yo también me preocuparía si una asesina saliera de la carcel. Sé que nosotros sabemos que Soledad es inocente pero para ella (y ante mucha gente), Soledad es una asesina.

    Saludos,

    Renzo

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