sábado, 25 de enero de 2014

Capítulo 3: Empieza a nacer el romance

A las afueras de la casa López, se ha formado un gran alboroto, debido a que el casero, acompañado de dos hombres, está dispuesto a desalojar a Violeta y su familia, pese a los ruegos de la joven para que le dé más plazo de pagar la renta. En ese momento, Mateo llega en su auto a la casa de Violeta. Al ver todo el problema desde la ventana, para e inmediatamente se baja.



Mateo: ¿Qué está sucediendo aquí?

Casero: ¿Quién es usted?

Violeta se queda sorprendida al ver a Mateo. Nuevamente, las miradas de los dos jóvenes vuelven a cruzarse.

Mateo: Me llamo Mateo San Román. Soy un amigo de la señorita. Por favor, ¿puede explicarme qué es lo que está pasando? ¿A qué se debe todo este problema?

Al escuchar el nombre de Mateo, Clemencia se estremece y siente una fuerte impresión en el pecho. Tiene el mismo apellido del hombre que años atrás asesinó Alfredo, pero de cuyo crimen se culpó Soledad.

Casero: Yo soy el dueño de la casa en la que su amiga y la familia de ella están viviendo. Resulta que hoy fue el último día que le di de plazo para pagarme la renta y me sale con que le dé más días porque no tiene el dinero. Justo ahora estoy a punto de darles la orden a mis hombres para que desalojen.

Mateo se queda mirando al casero, y a su vez, a Violeta, en cuya mirada puede notarse la enorme angustia que siente.

EXT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ / MINUTOS DESPUÉS

En la entrada de la casa, se encuentran Violeta y Mateo. El casero acaba de irse.




Violeta: Muchísimas gracias por lo que acaba de hacer por mi familia y por mí joven. Se lo agradezco muchísimo (solloza). Pensé por un momento que nos íbamos a quedar en la calle.

Mateo: (sonriéndole) No es nada. Para mí fue todo un placer haberte ayudado en una situación tan complicada y si estaba en mis manos, no podía permitir que una familia sin recursos se quedara sin techo.

Violeta: Ya es la segunda vez que me ayuda. Muchas gracias, pero me sentiría incómoda si dejo las cosas así. Le prometo que en cuanto pueda le pagará hasta el último centavo por el dinero de la renta que le dio al casero.

Mateo: Claro que no. Yo lo hice con el mayor de los gustos. Tómalo como una ayuda, como una obra de caridad, menos como una deuda, por favor.

Violeta se queda mirando a Mateo fascinada. Sus ojos brillan por los sollozos. Él no deja de sonreírle. En el interior de la casa, Clemencia mira en silencio por la ventana a Mateo y a Violeta, mientras Ulises platica con Mariana en la pequeña sala.



Ulises: ¿Quién podrá ser ese joven que pagó la renta de la casa por Violeta? Se ve que es de una buena familia y de dinero.

Mariana: Yo también tengo la misma duda papá. ¿Viste el carro que tiene? Es último modelo, además la ropa tan cara que trae puesta.

Ulises: Podrá ser de la más alta sociedad, pero no me gusta nada que un hombre pague las deudas de mi hija. No sabemos qué intenciones puede tener con ella.

Mariana: ¿Y tú qué opinas mamá? ¿Piensas lo mismo que papá?

Clemencia (pensando: ¿Será posible que ese joven sea el hijo de Fernando San Román, el hombre que todos creen que mató Soledad?).

Mariana: ¿Mamá me estás escuchando? ¿Qué tanto miras por la ventana?

Clemencia (reaccionando): Discúlpame Mariana. Estaba pensando en que se me hacía muy raro que Violeta conozca a ese muchacho, y que sobretodo, pagara la renta por ella. Espero que por necesidad no esté haciéndoles coqueteos a hombres ricos.

Mariana: ¿Cómo puedes pensar así de Violeta mamá? Ella es una buena muchacha. No es como Andrea que sí sería capaz de hacer eso.

Ulises: ¿Por qué dices eso de tu hermana Mariana? ¿Qué insinúas?

Mariana: Andrea gana muy buen dinero en el trabajo que tiene. Su jefe le paga más de lo debido, además llega tarde y anoche ni siquiera durmió aquí. ¿Qué más puedo estar insinuando?

Clemencia: Por favor Mariana, no hables así de Andrea. ¿Cuántas veces debo repetirte que son hermanas?

Mariana: (levantándose molesta del sofá) ¡Ya basta mamá! ¿Por qué siempre defiendes a Andrea? Yo sé que es mi hermana, pero por eso no puedo quedarme callada frente a sus descaros.

Ulises (recio): No le alces la voz a tu madre. Ella merece respeto.

Marina: Perdón papá, pero es que me da rabia que mamá siempre defienda a Andrea. ¿Acaso no se da cuenta cómo es ella?

Clemencia: Hija, yo sé perfectamente como es Andrea, pero ella ya es una mujer mayor, capaz de razonar y tomar sus propias decisiones. Por eso mismo, aunque sea mi hija, yo ya no puedo intervenir en su vida.

Mariana: ¿Y por eso vas a dejar que se pierda mamá? Por lo menos podrías hablar con ella, tratar de hacerla entrar en razón.

Clemencia: Aunque no lo creas, en varias ocasiones lo he hecho, en secreto, pero Andrea hace caso omiso a mis consejos. Frente a eso, no puedo hacer nada (tose).

Ulises: En eso tiene razón tu madre Mariana. Si los hijos no hacen caso a nuestros consejos, sólo nos queda a esperar a que ellos mismos se den cuenta de sus actos y se responsabilicen frente a ellos.

Mariana suspira resignada por lo que dicen sus padres. Afuera, Violeta continúa platicando con Mateo. Los dos comparten sonrisas.

Violeta: De nuevo le doy gracias por eso que hizo. Me gustaría pagarle de alguna manera, pero si usted insiste…

Mateo: Pensándolo bien, sí hay una manera en que puedas pagarme. Claro que no me refiero al dinero, ni algo malo.

Violeta (desconcertada): ¿Y qué manera es esa?

Mateo: Verás, yo trabajo en un restaurante tocando el piano. El señor de la florería donde trabajas me contó que te gusta la música instrumental y da tal la casualidad que fui allí para hacerte una invitación a que asistieras a una de mis presentaciones. Pero como no te encontré y como aquel señor me dijo que tenías un problema, le insistí en que me diera tu dirección para ver si podía ayudarte.

Violeta: Ya veo. Mi abuelito Florencio siempre tan lindo. La verdad es que sí me gusta mucho la música instrumental, pero aún no entiendo. ¿Qué tiene que ver su invitación con la manera en que puedo pagarle?

Mateo: Sólo asiste esta noche al restaurante en que toco. Con eso podrás pagarme y al mismo tiempo, me dará un gusto enorme volver a verte. ¿Puedes ir?

Violeta (indecisa): Bueno, es que me sentiría incómoda yendo a esas partes finas para gente rica. Yo no tengo qué ponerme y me da miedo meter la pata.

Mateo: No pienses eso. De hecho… (Se queda un rato pensativo), yo también vengo de un hogar humilde (miente). Todo lo que tengo lo he tenido que trabajar muy duro. Sé que es la pobreza. Ahora tengo una situación mejor por mi trabajo como músico en ese restaurante.

Violeta (sorprendida): ¿Usted fue pobre? Llegué a pensar que era un empresario exitoso (ríe), pero por lo visto me equivoqué.

Mateo (incómodo): No, el auto que ves ha sido fruto de mis esfuerzos. He estudiado duro y he tratado de salir adelante a pesar de las dificultades, pero… a lo que quiero llegar es que sin importar de donde provengo, me siento orgulloso y no me acomplejo por eso. Los pobres no son más que los ricos.

Violeta: Pensándolo bien, tiene razón.

Mateo: ¿Entonces aceptas mi invitación Violeta? ¿Irás al restaurante para escuchar las melodías que toco?

Violeta: Está bien joven. Le acepto la invitación. No más dígame la dirección del dichoso restaurante ese, y allá estaré a la hora que me diga (sonríe emocionada).

Mateo también le corresponde la sonrisa a Violeta, al tiempo que va sacando un bolígrafo del bolsillo de su chaqueta y una pequeña libreta en la cual anotar la dirección de restaurante.

INT. / BUFETE DE UN ABOGADO / DÍA

Andrea se encuentra se pie al frente del escritorio de su jefe, que se trata de un abogado de alrededor sesenta años. El abogado le sonríe.



Andrea: Y dígame Licenciado. ¿Para qué me ha citado aquí? (asustada). ¿Va a hacerme un llamado de atención?

Licenciado: Claro que no Andrea. ¿Cómo cree semejante cosa siendo usted una empleada ejemplar? Anoche se quedó conmigo hasta la madrugada trabajando, no durmió casi nada a pesar de que le insistí en que se fuera para su casa.

Andrea: Es que siempre trato de dar lo mejor de mí Licenciado, pero dígame entonces qué necesita. Comienzo a ponerme nerviosa.

Licenciado: Mañana haré un viaje laboral a Nueva York y tendré bastante trabajo para mí solo. Me gustaría que usted me acompañara para que me ayudara a hacer más ligeras todas las labores. ¿Cree que sea posible?

Andrea (emocionada): ¡Por supuesto que sí! No podría dudarlo ni un segundo Licenciado. ¡Es un viaje a Nueva York! Y no podría desaprovechar una oportunidad como la que usted me está dando en este momento.

Licenciado: ¿Y está segura que no tendrá problemas en acompañarme? Lo digo porque nunca se sabe qué percances puedan presentarse en el hogar.

Andrea: No, no se preocupe por eso. En caso tal de que algo se presentara, mis hermanas pueden hacerse cargo. Ellas deben comprender que mi trabajo es de suma importancia. Supongo que… todos los gastos….

Licenciado: (interrumpiéndole) Por eso no se preocupe Andrea. Todos los gastos corren de mi cuenta.

Andrea le sonríe tan feliz a su jefe, que va hacia él y lo besa sensualmente en la mejilla. El hombre queda frío ante ese gesto coqueto de la joven.

Andrea: Le agradezco mucho todo lo que ha hecho por mí Licenciado. Es usted un hombre bastante generoso conmigo, de verdad se lo agradezco.

Y luego de eso, ella se retira meneando sus caderas de la oficina. El licenciado se queda viéndola, aún muy impresionado por el beso de Andrea. Una vez, ella ha salido de la oficina, piensa en voz alta:

Andrea: (con repugnancia) ¡Uich! ¡Que asco tener que ganarme a ese viejo inmundo a costa de coqueteos! Todo sea por salir de la pobreza.

Andrea se limpia fastidiada los labios con la mano.

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN / DÍA

La maquiavélica Martha se encuentra en la sala de la mansión, sentada cómodamente en uno de los sofás y hablando con alguien por el teléfono inalámbrico.



Martha: Ya lo sabe Detective. Debe manejar este asunto con mucha prudencia. Nadie, ni mucho menos mi hijo puede darse cuenta, así que sea bastante profesional y cauteloso a la hora de seguirlo. ¿Entendido? Esta misma noche, cuando Mateo salga de la empresa, comience a hacer su trabajo. Mañana estaré esperando su llamada para ver qué me tiene.

Martha cuelga el teléfono sin ni siquiera despedirse.

Martha: Antes de encarar a Mateo, debo estar segura que está acostándose con mujeres inmorales. Ojalá este detective sea eficaz y me dé buenos resultados.

Ella se queda pensativa en eso.

INT. / CORPORATIVA SAN ROMÁN, SALA DE JUNTAS / HORAS DESPUÉS

Hace pocos segundos acaba de terminar una reunión que estaba siendo dirigida por Alfredo con unos ejecutivos. Él se despide de ellos con la mano, sonriéndoles. Una vez todos los ejecutivos se han ido, Alfredo se queda solo, suspirando.



Alfredo: Me pregunto si Martha sí se reuniría con el juez que ha llevado el caso de Soledad. Pobre mujer. Todos estos años debió haber sufrido mucho por mi culpa, por mi cobardía. (Se lleva las manos a la cara angustiado). ¡Cuántos remordimientos me atormentan cada día, Dios mío! Ni siquiera sé si mi hijo vive o no…

En eso, Mateo entra a la sala de juntas con unos papeles. Él se extraña al ver a su tío algo angustiado.



Mateo: ¿Te pasa algo tío? Te veo preocupado por algo. ¿Qué pasa? ¿Te fue mal en la reunión con los proveedores?

Alfredo: No, al contrario, nos fue excelente. Sólo me siento un poco estresado. No he dormido bien en estos días. Debe ser el insomnio.

Mateo: Bueno, en ese caso, lo mejor es que te hagas un chequeo médico para que te receten algo y te tomes un receso de unos días hasta que te sientas mejor.

Alfredo: Lo tendré en cuenta sobrino. Gracias. Cambiando de tema, ¿hoy también vas al restaurante?

Mateo: Sí, hoy con más razón que todos los días. Quiero dedicarle mi presentación a alguien especial que conocí ayer.

Alfredo: (sonriéndole) ¿Conociste una mujer? ¿Fue por eso que te tardaste más anoche en llegar?

Mateo: Así es, la conocí cuando fui a buscar la florería para comprar las flores que mamá me pidió. Es una muchacha espectacular. Llegué en el momento propicio porque justo unos ladrones la habían acabado de robar. Y da tal la casualidad de que ella era la que me iba a vender las flores.

Alfredo: ¿Entonces es una florista?

Mateo: Sí, es un trabajo honrado y se nota que es una muchacha honesta y transparente. Parece ser que no tiene una buena situación económica en su familia.

Alfredo: ¿Tanto conociste de ella en un momento?

Mateo: Es que hoy fui hasta la misma florería para hacerte la invitación al restaurante. No pude sacármela de la cabeza en toda la noche. Me dejó asombrado tío. Pero un señor me dijo que no estaba porque atendía unos problemas en su casa y me preocupé tanto que me empeñé en insistirle a ese señor que me diera la dirección de la muchacha para ver en qué podía ayudarle.

Alfredo: Ya veo. Y supongo que aquel señor te dio la dirección y no dudaste en ir hasta la casa de la chica. ¿No te estarás interesando muy rápido por una muchacha que apenas conoces Mateo?

Mateo: Podría ser, pero ni hasta yo mismo me entiendo. Tan sólo la he tratado dos veces, y siento que no puedo desconfiar de ella. Con esa visita me di cuenta de la necesidad monetaria que tienen ella y su familia. Le hice la invitación al restaurante, así que la espero esta noche allá.

Alfredo se queda escuchando a Mateo, sin imaginarse en lo más mínimo que su sobrino conoce a su mismísima hija Violeta.

INT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ, CUARTO DE VIOLETA Y MARIANA / NOCHE

Ya ha anochecido. Violeta y Mariana están en el cuarto que ambas comparten, pero duermen en camas separadas. El cuarto es pequeño y las dos platican animadamente sobre una de las camas.




Mariana (emocionada): ¿Te invitó a salir? ¿Tan pronto? Y tan sólo lo conociste anoche. Seguro lo debiste haber dejado flechado.

Violeta: ¡Qué cosas dices Mariana! Tan sólo me invitó al restaurante en donde trabaja, como una manera de pagarle el inmenso favor que nos hizo esta tarde cuando el casero vino a desalojarnos.

Mariana: Esa es solamente una excusa. En realidad ese hombre aprovechó para invitarte a salir. No nos digamos mentiras hermana. Le gustaste.

Violeta (sonrojada): ¡Contigo no se puede, ah! (ríe y le tira una almohada bromeando). Me haces sentir rara.

Marina: ¿Rara? ¿Y en qué sentido? ¿No será por que él te gusta y no lo quieres aceptar?

Violeta: Pues es un hombre bastante apuesto, bien hablado, pero lo más sorprendente de todo es que con todo el lujo que le viste, figúrate que no es rico.

Mariana (sorprendida): ¿De verdad? ¿Esa no será una mentirita para poderte conquistar?

Violeta: La verdad no lo sé. Pero si fuera un hombre rico, ¿qué necesidad tendría de trabajar como músico en un restaurante? Sería de locos, ¿no crees?

Mariana: Mmm, te fuiste por otro lado, me cambiaste el tema y no me respondiste si te gusta o no. ¡Ya Violeta! Cuéntamelo, o más bien acéptalo.

Violeta (avergonzada): ¿Aceptar qué? No te pienso responder una pregunta tan incoherente. Tan sólo hemos hablando dos veces. ¿Cómo crees podría sentir algo por un hombre que apenas conozco?

Mariana: Está bien, perdóname por mi insistencia. Mejor dime si piensas ir al restaurante. Ya son más de las siete. ¿A qué horas tienes que estar allá?

Violeta: Se supone que a las ocho, pero no estoy segura si ir o no Mariana. Es que no tengo nada digno que ponerme para una de esas partes finas. Y no quiero llegar para despertar las burlas de toda la gente.

Mariana: ¡Te tengo la solución hermanita! Ven, acompáñame.

Mariana se levanta de la cama y toma de la mano a Violeta, sacándola del cuarto casi que obligada. Violeta no entiende. Las chicas entran al cuarto de Andrea, quien aún no llega del trabajo. Mariana va a abrir el armario, donde se encuentra colgada toda la ropa cara y vestidos elegantes de Andrea.

Violeta (desconcertada): ¿Qué hacemos aquí? ¿Qué buscas en ese armario?

Mariana toma un vestido corto de color rojo y se lo muestra a Violeta sonriendo.

Mariana: ¿Qué te parece? ¿No es lindo y sensual?

Violeta: (sonriendo) Sí, es muy lindo, pero no entiendo para qué estamos mirando la ropa de Andrea. Lo mejor es que nos salgamos de su habitación. No vaya a ser que nos encuentre aquí fisgoneando. Nos mataría.

Mariana: No te preocupes Violeta. Andrea todavía no llega. Ponte este vestido, y cuando estés lista te ayudo con el maquillaje.

Violeta: ¿Estás loca? No puedo usarlo. No es mío.

Mariana: ¿Y eso qué importa? Andrea no va a darse cuenta. Ella es muy egoísta, y no es justo que mientras tú no tienes qué ponerte para ir a ese restaurante, Andrea tenga su armario lleno de ropa fina que ni siquiera usa. ¡Vamos, póntelo! No hay tiempo que perder.

Violeta mira indecisa a Mariana, pero al final, accede a ponerse el vestido. Luego de eso, Mariana ayuda a Violeta a aplicarle el maquillaje con delicadeza. En el interior, Violeta no puede evitar sentirse emocionada por el nuevo encuentro que tendrá con Mateo.

Minutos después, las muchachas salen de la habitación de Andrea, procurando dejar todo como estaba para que ella no se diera cuenta. Ulises está sentado en un modesto sofá de la sala, leyendo el periódico y al ver a Violeta, se queda deslumbrado por lo bella que ha quedado, puesto que su sutil maquillaje la hace ver dulce y sensual, y el vestido que lleva puesto, resalta por completo su figura corporal.





Ulises: ¿Y esto qué significa? ¿Por qué Violeta luce tan preciosa esta noche? ¿O acaso son mis ojos que ven lo que no es?

Mariana: Tus ojos ven perfectamente papá. Violeta tiene una cita con el mismo muchacho que pagó la renta de la casa. Por eso se ha puesto así de hermosa.

Ulises: ¿Eso es cierto Violeta? ¿Tienes una cita con ese muchacho? ¿En dónde?

Violeta: Mariana exagera papá, no es una cita. Sólo me invitó al restaurante donde toca el piano para escuchar sus melodías y composiciones. Tú sabes que me encanta la música instrumental.

Ulises: En ese caso, cuídate mucho y no llegues muy tarde. No quiero que tu madre se preocupe por ti con lo enferma que está.

Violeta: Por supuesto papá. No se preocupen.

Ulises: Espera hija. ¿Y esa ropa de dónde la sacaste? (extrañado). No creo que sea tuya, ¿o sí?

Mariana: (interviniendo) Se la prestó doña Rafaela. Como ella en el pasado fue una señora de tanta clase, le fuimos a pedir el favor de que nos prestara alguno de sus elegantes trajes o vestidos.

Ulises: ¡Qué raro! Con lo alzada que es esa señora, creyéndose más que los demás…

Violeta: Bueno papá. Ya me tengo que ir, porque sino llegaré tarde. Buenas noches

Violeta se acerca para darle un beso de despedida a Ulises; él le da la bendición. Mariana acompaña a Violeta a la salida de la casa, donde ambas se toman de las manos y se abrazan emocionadas.

Mariana: ¡Qué te vaya muy bien! Si cuando llegues no estoy dormida roncando me cuentas todo con detalles.

Violeta: Así será Marianita. Deséame suerte, porque estoy nerviosa.

Violeta se pone el abrigo de color negro y se va caminando con algo de prisa. Mariana se queda viéndola, y justo en ese momento, pasa Beto. Ella al verlo, corre hacia él para saludarlo.



Mariana: ¡Beto, espera! ¿Cómo estás?

Beto: Hola Mariana. Qué gusto verte. Estoy bastante contento. Por fin me resultó el trabajo que tanto estaba esperando. ¿Qué te parece?

Mariana (feliz): ¿De verdad? ¡Pues me parece perfecto! Me alegra mucho por ti que después de tanto estudiar pediatría puedas tener el trabajo que mereces, siendo el doctor de los niños. Yo ya pronto terminaré la preparatoria.

Beto: ¿Así? ¿Y qué piensas estudiar en la universidad?

Mariana (triste): Bueno, es que no sé si pueda ir a una. Sería bastante costoso y mi familia no puede pagarlo. Esperemos que pueda ganarme una beca. Me encantaría estudiar arquitectura.

Beto: Ojalá que sí, porque eres una chica bastante inteligente. Mereces superarte.

Mariana (sonrojada): ¿Te parece que soy inteligente Beto?

De repente, llega Andrea, con una pícara sonrisa de oreja a oreja. Ella se detiene para expresarle su felicidad a Mariana, pero ignora la presencia de Beto.



Andrea: ¿Qué más hermanita? ¿Qué haces afuera? ¿Ha pasado algo de nuevo por aquí?

Mariana (molesta): Sí, pasó algo esta tarde, pero como tú te la pasas por fuera de la casa, no te enteras de nada. Se puede morir alguien, y tú como si nada. ¿Cuándo vas a dejar esa actitud Andrea?

Andrea: ¡Ay! Por favor no arruines la felicidad que tengo en estos momentos con tus cantaletas hermanita. (Se percata que Beto está presente) Hola Beto. ¿Cómo estás? ¿Qué ha sido de tu vida?

Beto (tímido): Estoy bien, pero no tanto como tú por lo visto. Hoy por fin me resultó un puesto en una clínica pequeña, pero me alegra poder empezar a trabajar.

Andrea: Qué bien por ti. Mi felicidad también se debe al trabajo. Resulta que mañana viajo a Nueva York con mi jefe. ¿Te imaginas? ¡A Nueva York!

Mariana (sorprendida): ¿Cómo es eso? ¿Y con qué vas a costear los pasajes? ¿O no me digas que tu dadivoso jefe va a pagártelo todo? (con ironía).

Andrea: Así es. Necesita que lo acompañe por toda la carga de trabajo que va a tener allá. ¡Estoy tan emocionada, tan contenta! Es lo mejor que ha podido pasarme en años.

Beto: Te lo mereces Andrea. Tú eres una mujer bastante trabajadora. Ojalá disfrutes mucho del viaje.

Mariana sólo hace un gesto de desagrado al ver como Beto se deslumbra por Andrea, pero su disgusto es mayor, cuando Andrea le da un beso a la mejilla a él.

Andrea: Muchas gracias Beto. ¿Sabes qué? ¿Por qué no vamos a celebrar nuestros triunfos los dos? Conozco una taberna por aquí cerca.

Beto: ¡Claro que sí! Me encantaría ¡Vamos!

Andrea se coge de gancho con Beto y los dos se retiran de la presencia de Mariana, que se queda sumamente molesta por el descaro de su hermana, y a la vez, celosa al ver como le coquetea a Beto.

EXT. / RESTAURANTE MIAMI’S GOURMET / NOCHE

Cerca del restaurante en donde Mateo toca el piano, llega Violeta en una destartalada camioneta que conduce un señor mayor. Violeta se baja de aquella camioneta y antes de irse, le agradece al señor…




Violeta: Muchísimas gracias por haberme traído hasta aquí don Juan. Cuando necesite algo, nomás dígame y yo con mucho gusto le colaboro.

Don Juan: De nada mija. Y estás bien guapa, eh. Cuida que no se vayan a sobrepasar contigo.

El señor continúa su camino con la camioneta. Violeta cruza la calle corriendo y llega hasta la entrada del restaurante, pero un vigilante le obstruye el paso.

Vigilante: Disculpe señorita. ¿Tiene usted reservación?

En eso, Mateo ve de lejos a Violeta en la entrada y va a aclararle al vigilante que Violeta es su invitada. Violeta al ver de nuevo a Mateo, no puede evitar sonreírle con emoción. Él se queda fascinado con la belleza de la joven.



Mateo: (al Vigilante) Ella es mi invitada esta noche. Tiene un permiso especial para ingresar al restaurante.

Entonces el vigilante le permite a Violeta pasar al interior del lujoso y elegante restaurante. La decoración del establecimiento es exquisita, a un estilo aristócrata occidental. El ambiente es fresco, pero a la vez glacial y se oye una silenciosa, pero cómoda música ambiental.

Violeta (tímida): Buenas noches joven. Aquí me tiene bien puntual, a la hora que me dijo.

Mateo: Buenas noches Violeta. Me alegra que hayas venido, pero más me alegra verte de nuevo. Estás preciosa.

Violeta (sonrojada): Gracias por sus cumplidos joven.

Mateo: Mi presentación ya está por comenzar. Siéntate en alguna mesa, ponte cómoda y relaja tus oídos. Quiero que disfrutes cada melodía. ¿Quieres comer algo?

Violeta: No, usted sabe que no puedo por obvias razones. La comida aquí debe ser muy cara.

Mateo: Lo sé perfectamente Violeta, pero escúchame. Tú eres mi invitada esta noche y todo corre de mi cuenta. ¿Cómo crees que te invitaría a algún lugar si no soy quien va a pagar lo que costees? (ríe).

Violeta: (riendo nerviosa) Tiene usted razón, perdone mi ignorancia, pero no quiero pasarme de aprovechada. Ya ha hecho bastante por mí, así que le agradezco. No quiero comer nada.

Desde una mesa alejada, está un hombre misterioso fotografiando disimuladamente a Violeta y Mateo con una cámara. El hombre capta las sonrisas que ellos se comparten entre sí. Toma varias fotografías.

CONTINUARÁ…


Escrito por Aleja Soto

1 comentario:

  1. Bueno, ya pude leer este capítulo, esta bonita la foronovela, me gusta la pareja de Violeta y Mateo a pesar que el le ha mentido... Una mentira, es una mentira. Mariana me gusta pero es algo metiche y celosa de sus hermanas... Se me hace que quiere a Beto pero el babea por la coqueta de Andrea que además es capaz de tener una relación con su jefe para salir de la pobreza.. No sé porque cuando pienso en Andrea, pienso en Paulina Vega... Será por lo coqueta.

    Buen capítulo,

    Renzo

    ResponderEliminar