martes, 11 de marzo de 2014

Capítulo 9: Giro trágico

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN / DÍA

El detective y Alfredo hablan en el despacho de la mansión. El primero le cuenta al segundo un impactante descubrimiento.



Detective: Su hija se llama Violeta López.

Alfredo no puede contener el llanto de alegría mientras que Martha se encuentra completamente sorprendida por esa noticia.

Alfredo (agitado): ¡Dios mío! ¿Cómo puede ser de irónico el destino? (Se pasa las manos por el rostro). ¿Se da cuenta? Mi sobrino y mi hija están casados. Mi sobrino se enamoró de mi propia hija. El destino los juntó para que yo pudiera conocerla (Llorando). Violeta… es mi hija…

Detective: Tal y como se lo dije, esto cambiaría su vida señor del Castillo. ¿Qué piensa hacer ahora que lo sabe?

Alfredo: Por lo pronto, necesito hablar con Soledad. Tengo que hablar con ella. Tengo que deshacerse de mi cobardía, esa cobardía que me ha llevado a cometer tantos errores. (Se levanta, al mismo tiempo que el detective). Le agradezco por todo (Se estrechan las manos).

Detective: Ha sido un placer trabajar para usted.

Martha al ver que van a salir, sale corriendo de allí. La malvada mujer se encierra en su cuarto, donde Sabrina cambia las sábanas de la cama.



Sabrina (asustada): Señora…

Martha (furiosa): ¡Lárgate de aquí estúpida! Fuera de mi cuarto. ¡Ahora! ¡Vete!

Sabrina: Con permiso.

Sabrina se retira muy asustada, pero a la vez intrigada por la actitud de Martha. La chica finge irse, pero en realidad se queda escuchando tras la puerta.

Martha (histérica): ¡No puede ser! ¡Esto debe tratarse de una farsa, de un engaño! Mateo no se pudo haber casado con la hija de la asesina de Fernando. ¡Noooo!

Sabrina se sorprende al conocer el motivo de la histeria de Martha.

Martha: ¡Maldita Soledad Miranda! Te voy a acabar desgraciada y acabaré con tu hija. ¡Lo juro! ¡Las voy a destruir malnacidas! ¡Les haré llorar sangre! (Furiosa).

Martha tiene un ataque de furia. Tira todos los objetos que encuentra a su paso en la habitación. Llora de ira. Sabrina detrás de la puerta, está muy nerviosa.

INT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ / DÍA

Andrea está en la sala de la casa, sentada en un sofá, mientras mira en la televisión un nuevo capítulo de “El Ángel sin Alas”.



Andrea: Definitivamente esta novela me cae como anillo al dedo. Si tan solo encontrara una manera de ligarme al papacito de Mateo San Román y quitárselo a la estúpida mensa de Violeta (Pensativa).

En ese momento, tocan la puerta. Andrea se levanta algo molesta por interrumpir su telenovela y abre. Es Beto. Andrea hace un mal gesto en el rostro.



Beto: (sonriendo) Hola Andrea.

Andrea (fastidiada): ¿Qué estás haciendo aquí Beto?

Beto: Te traje flores (Le enseña un ramo de rosas rojas). Andrea, necesito que me escuches. Quiero decirte algo muy difícil para mí, que no me atrevido a confesarte antes por mi timidez y…

Andrea: ¡Ay ya! Ve al grano. No soporto que andes con rodeos.

Beto: Andrea, yo… (Nervioso) Tú eres una mujer espectacular, con muchas virtudes. Todo eso, me… me ha hecho enamorar profundamente de ti. Después de tanto pensarlo, concluí que eres la mujer de mi vida y…

Andrea: (interrumpiéndolo) Mira Beto. Desde este momento, te voy a dejar las cosas bien claras conmigo. Tú eres un muchacho muy lindo, pero no eres mi tipo. Yo no quiero a mi lado un levantando, que apenas puede sostenerse así mismo, ni mucho menos a un niñito tonto como tú.

Beto (consternado): Pero pensé que…

Andrea: Pensaste mal. Tú a mí no me gustas ni un poquito Beto. Entiéndelo. ¡A mí me gustan los hombres de verdad, los que me hacen vibrar y sentir mujer! Tú a mí no puedes darme nada de eso, por favor. Ubícate. Y ahora con tu permiso, voy a cerrar la puerta. Tengo cosas qué hacer.

Andrea le cierra la puerta a Beto en la cara. Éste no puede evitar derramar un par de lágrimas por las insensibles palabras de Andrea. Tira el ramo de flores con enojo al piso.

INT. / SUPERMERCADO DEL BARRIO / DÍA

Soledad está comprando algunas verduras, que mete en el canasto. De repente, aparece Alfredo detrás de ella.



Alfredo (serio): Soledad…

Soledad: (volteando sorprendida) Usted… ¿Qué está haciendo aquí? (Asustada).

Alfredo: Ya lo sé todo. Ya no tiene caso que sigas fingiendo no conocerme. Tú sabes muy bien quien soy yo.

Soledad (molesta): No estoy entendiendo nada de lo que dice. Lo mejor es que me vaya.

Soledad intenta irse, pero Alfredo la detiene tomándola del brazo.

Alfredo: Tú no te vas a ir de aquí hasta que hablemos largo y tendido Soledad.

Soledad: (mirándolo con odio) ¡Suélteme! ¡No tiene ningún derecho a tomarme así! (Se suelta). Lo mejor es que se aleje de mí o haré un escándalo.

Alfredo: Ya no más, por favor. ¿No lo entiendes? Necesito hablar contigo. Necesito que me escuches. Ya sé que Violeta es nuestra hija.

Soledad se queda impávida ante eso. No sabe cómo reaccionar.

EXT. / BARRIO / DÍA

Mariana recién sale del colegio. Lleva puesto el uniforme y pasa por el parque. Allí ve a Beto, sentado en una banca, solo y triste. Ella extrañada por eso, se acerca a él.



Mariana: Hola Beto. ¿Cómo has estado? (Se sienta al lado de Beto).

Beto: (a secas) Hola Mariana. He estado bien, en lo que cabe. Gracias (sonríe forzadamente).

Mariana: Beto… (Mirándolo a los ojos). A ti te pasa algo. Se nota que has estado llorando. ¿Por qué no me cuentas? Tú sabes que en mí puedes confiar (Le sonríe).

Beto (enojado): ¿Qué me pasa? ¡Que soy un completo estúpido! ¡Un imbécil, un ingenuo! ¿Cómo pude creer que Andrea sentía algo por mí?

Mariana (molesta): Ah, se trata de ella. Dime qué fue lo que te hizo para que estés así.

Beto: Ya no tiene importancia Mariana. Me enfurece el sólo decirlo. Lo que si te puedo decir es que me llevé una gran decepción, que me está doliendo. Siento que fui un títere que se dejó controlar, un tonto que cayó rendido a los encantos de una mujer que no es para mí.

Mariana: Beto… Tú no eres ningún tonto. No te maltrates así. Mira… (Lo toma de las manos) Haya pasado lo que haya pasado con Andrea, ya no te sigas atormentando. Tú eres un gran hombre, con tantas cosas lindas, tan noble, cualquier mujer podría enamorarse de ti.

Beto: ¿Y eso de qué me sirve si no puedo conquistar a la mujer que quiero, ah? Mariana, yo estoy enamorado de Andrea, de tu hermana. No puedo sacarla de mi cabeza, pero ella no me quiere (triste). ¿De qué me sirve tener todo lo que me dices?

Mariana: Pero tienes que darte cuenta que Andrea no es la única mujer en el mundo. Las cosas pasan por algo y si Andrea no te quiere, es porque a lo mejor no es la mujer para ti.

Beto se queda pensativo ante las palabras de Mariana. Él la mira fijamente.

Beto: Mariana, eres una chica muy linda. No sé cómo no me fijé antes la gran amiga que tengo a mi lado. Perdóname si en algún momento no te he valorado como tal.

Mariana: Yo sólo te quiero ayudar, porque te quiero mucho Beto y no mereces que te rompan el corazón de esta manera, mucho menos Andrea, que podrá ser mi hermana, pero es tan… irresistible… (Fastidiada).

Beto: Gracias por consolarme en estos momentos. Yo también te guardo mucho cariño.

Los dos se sonríen entre sí.

INT. / SUPERMERCADO DEL BARRIO / DÍA

Soledad y Alfredo hablan. La primera aún está muy consternada, sin saber qué decir.



Soledad: (con la voz entrecortada) Está bien Alfredo. Ya lo sabes todo. ¿Qué más quieres de mí? ¿No te fue suficiente el daño que me hiciste hace tantos años? ¿Por qué me buscas?

Alfredo: Soledad, yo necesito que me perdones por todo eso, por haberte dejado abandonada y estando embarazada, por haber dejado que pagaras por mis culpas. El arrepentimiento y el remordimiento no me han dejado vivir en paz en estos veinticuatro años.

Soledad: ¿Y crees que con palabras vas a reparar todo lo que hiciste? Yo tampoco he vivido en paz. Estuve encerrada en una cárcel, lejos de mi hija, sin poder darle un beso, sin poder verla crecer (Llorando). Sin que ella sepa que su verdadera madre soy yo, porque me vi obligada a dársela a mí hermana para que la cuidara en mi lugar…

Alfredo (atormentado): Ya no sigas, por favor.

Soledad: Sólo Dios sabe la angustia, la aflicción y el sufrimiento que he vivido por tu causa Alfredo. Destrozaste mi corazón, clavaste en él un puñal (Llorando con desconsuelo e ira). No sabes, no te alcanzas a imaginar el dolor que siento al tener tan cerca a mi hija y que ésta no pueda llamarme mamá.

Alfredo no puede evitar derramar lágrimas de dolor por las palabras de Soledad.

Soledad: Y lo más irónico de todo es que ahora mi hija está casada con su propio primo, con tu sobrino.

Alfredo: El destino los relacionó a ellos para que pudiéramos reencontrarnos de nuevo Soledad, porque necesitamos aclarar todo, para poderte rogar que me perdones, porque sé que fui un cobarde, un miserable al haber dejado que pagaras mis errores (desesperado).

Soledad: (limpiándose las lágrimas) Lo siento Alfredo, pero ahora no estoy dispuesta a perdonarte. El daño está hecho y perdonar es muy difícil cuando alguien te ha desgraciado tanto la vida como tú lo hiciste conmigo.

Alfredo: Dime que puedo hacer para reparar mis pecados… ¿Y qué pasará con Violeta?

Soledad: Si algo bueno quieres hacer por mí, no vayas a decirle la verdad. Por lo que más quieras Alfredo, no te atrevas a decirle la verdad sobre quiénes somos sus verdaderos padres. Yo necesito ganarme su confianza, su cariño para que cuando le confiese la verdad, no sea tan duro para ella.

Alfredo: ¿Y nosotros?

Soledad: No existe un “nosotros”. Para cuando esté dispuesta a perdonarte, te lo haré saber, pero por el momento, el pasado no me lo permite. Espero que todo te haya quedado claro, porque ya me voy. Hasta luego.

Soledad mira por última vez de manera fulminante a Alfredo y se retira. Él rompe a llorar, desconsolado por esa conversación.

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN / HORAS DESPUÉS

Violeta y Mateo llegan de su viaje. Los recibe Martha en la sala de la mansión. La mujer, por más que trata de fingir, mira con una enorme repugnancia a Violeta. Sabrina en compañía del mayordomo, entran las maletas de la pareja.



Martha: ¿Y les fue bien hijos?

Violeta (feliz): Excelentemente señora Martha. Fueron los días más felices que he pasado en mi vida. Estoy muy contenta con Mateo. Déjeme decirle que su hijo es el hombre más maravilloso del mundo.

Mateo: (riendo) Gracias por esos méritos, mi amor.

Martha: Deben estar muy cansados y con hambre. En un par de minutos el almuerzo estará listo.

Mateo: (a Martha) ¿Y mi tío Alfredo? ¿Dónde está?

Martha: Debe estar haciendo algo muy importante. No debe tardar en llegar. Yo me iré a descansar un rato. No me he sentido bien hoy.

Mateo (preocupado): En ese caso, lo mejor es que llamemos al médico de la familia.

Martha: Claro que no Mateo. Eso no es necesario. Debe ser simple cansancio o la presión, que a lo mejor se me bajado un poco.

Violeta: Ahora que me acuerdo, me gustaría ir más tarde para visitar a mi familia. Hace semanas no los veo.

Mateo: No tienes que ir hasta allí mi vida. Ellos pueden venir. Enviaré al mayordomo para que los recoja. ¿Te parece?

Violeta: ¿De verdad? ¡Ay, mi amor claro que me parece! Muchísimas gracias.

Martha mira con un desmedido odio a Violeta. No soporta su presencia, ni mucho menos ver como se besa con su hijo.

Mateo: Tú no tienes ningún problema. ¿Verdad mamá?

Martha: Por supuesto que no hijo. La familia de Violeta es más que bienvenida en esta casa. Son parte de nosotros (sonríe hipócrita). Ya mismo le diré a Sabrina que ponga más sillas en el comedor.

OCHO MESES DESPUÉS

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN / DÍA


Violeta está en un cuarto decorado especialmente para niña. Está embarazada y tiene nueve meses de gestación, por lo que su panza es notable. Está acompañada de Sabrina, quien la ayuda a guardar en el armario la ropita de bebé.



Violeta (emocionada): ¡Ya todo está listo para mi hijita, Sabrina! ¿No te parece que todo quedó precioso?

Sabrina: ¡Claro que sí señora Violeta! La niña va a sentirse muy a gusto. ¿Y qué nombre le piensan poner?

Violeta: Mateo y yo decidimos que se llamará Nina. (Se sienta en una silla con cierta dificultad) Gracias a Dios, todo ha salido perfectamente y la niña nacerá muy saludable (Adolorida).

Sabrina: ¿Se siente bien?

Violeta: La verdad no Sabrina. (Riendo) Yo creo que Nina ya quiere salir de aquí.

En ese momento, Violeta se percata que tiene el pantalón mojado.

Violeta (asustada): Sabrina...

Sabrina: Dígame.

Violeta: Sabrina llama a Mateo por favor, a la señora Martha, ahora. Creo que rompí fuente. ¡Ay Dios! ¡Ya va a nacer la niña!

Sabrina: Ya mismo llamo al joven. Voy a avisarle a la señora Martha para que la atienda.

Violeta: (adolorida por las contracciones) Muchísimas gracias Sabrina y apúrate por favor.

Sabrina sale del cuarto. Del apuro, choca con Alfredo.



Alfredo: ¿A qué se debe tanta prisa muchacha? ¿A dónde vas?

Sabrina: ¡Señor Alfredo! ¡Qué bueno que lo veo! Es la señora Violeta. Ya está a punto de dar a luz. Rompió fuente.

Alfredo (emocionado): ¿Ya va a nacer? Tenemos que llevar a Violeta a un hospital. Por lo pronto, tú avísale a Martha. Yo le avisaré a Mateo.

Sabrina: Sí señor...

EXT. / PARQUE DEL BARRIO / DÍA

Mariana y Beto se pasean por el parque, mientras comen conos de helado.



Beto: ¿Te gusta?

Mariana: ¿Qué? ¿El helado? Claro que sí Beto. Me gusta mucho (sonríe). Gracias por la invitación.

Beto: Me alegra. ¿Sabes Mariana? En estos últimos meses me la he pasado muy bien contigo. Me siento feliz a tu lado. Eres una gran amiga para mí.

Mariana (decepcionada): Me gustaría poder ser más que una amiga para ti Beto.

Beto (extrañado): ¿Cómo dices?

Mariana: (suspirando resignada) No, nada. Olvídalo. Tonterías mías. Más bien cuéntame cómo te ha ido en tu trabajo.

Beto: Bien. Me agrada mucho poder ser el doctor de los niños. Ya tengo algunos pacientes frecuentes con los que me llevo muy bien (sonríe tierno). Me encantan los niños. ¿Y tú no piensas estudiar nada? Hace meses terminaste la preparatoria.

Mariana: La verdad lo pensé bien y creo que una carrera no sería lo mío. No quiero descuidar a mi mamá, aunque su salud ha mejorado gracias al tratamiento que le está pagando Mateo, el esposo de Violeta.

Beto: Sí, ahora que recuerdo, ¿cómo sigue tu hermana? Ya debe estar por nacer el bebé si no me equivoco.

Mariana (emocionada): Sí, ya en esto. Me alegra mucho saber que seré tía. Esa es una excelente noticia. Todos en la casa la hemos recibido muy bien, salvo Andrea que es tan rara y distante.

Beto: ¿Sabes? Lo que más me gustaría algún día sería tener un hijo con la mujer de mi vida.

En ese momento, Mariana deja de caminar y baja la cabeza con un gesto triste. Beto también para de caminar y se extraña por la actitud de Mariana.

Beto: ¿Te pasa algo?

Mariana: Que ya no aguanto más esta situación Beto. Ya no puedo más. No sé si te habrás dado cuenta, pero yo siento por ti algo que va más allá de una simple amistad (solloza). Yo estoy enamorada profundamente de ti y me duele estar cerca, sabiendo que sólo me quieres como una amiga.

Beto (muy sorprendido): Esto… me toma por sorpresa. Mariana, yo…

Mariana: (interrumpiéndolo) No te preocupes, no tienes que decir absolutamente nada. Yo sólo quiero que sepas lo que siento por ti. No pretendo con esto acosarte de ninguna manera. Sólo quiero ser sincera. Discúlpame si te hago sentir incómodo, pero ya no podía más. Adiós Beto.

Mariana se va. Beto se queda algo consternado por tal confesión.

INT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ / DÍA

Soledad está planchando una ropa, en compañía de Clemencia, que se ve de mejor semblante. Clemencia dobla la ropa.



Clemencia: Hace unas semanas Alfredo no ha venido por aquí. Tal vez desistió de seguir buscándote.

Soledad (seria): Mucho mejor que sea así.

Clemencia: ¿Y no piensas perdonarlo algún día? Soledad, recuerda que para que nuestros pecados sean perdonados, es importante que nosotros perdonemos primero. Así nos lo enseñó nuestro Señor Jesucristo.

Soledad: Me gustaría hacerlo Clemencia, pero no puedo, no me siento dispuesta. Cuando quiero liberarme del pasado, éste llega y me atormenta. Pienso que mis mejores años de vida los pasé encerrada en una cárcel, lejos de mi hija, pagando una culpa que no era mía.

Clemencia: Yo te entiendo, pero de esa manera, no podrás ser feliz nunca. Vas a amargarte, harás que tu alma se marchite. Si perdonas Alfredo, no sólo lo librarás a él de su enorme culpa, sino que tú también te librarás de los rencores.

Soledad (indecisa): No lo sé Clemencia. Estoy tan confundida, tan desesperada. Mira nada más. Estamos emparentados con la familia San Román. ¿Qué pasará el día que todos sepan la verdad? Martha del Castillo y Mateo despreciarían a Violeta por ser mi hija. Ellos me odian porque creen que maté a Fernando San Román.

Clemencia: Si Mateo San Román realmente ama a Violeta, no la despreciará, mucho menos sabiendo que espera un hijo de ella. Ten fe que cuando llegue el día de confesar la verdad, los engaños y el miedo se acabarán.

Clemencia sonríe.

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN, JARDÍN / DÍA

Martha está en el jardín, ocupando una mesa de cristal, mientras toma el té. La mujer tiene una mirada fría.



Martha: En estos momentos debe estar naciendo la niña. Una desgracia que esté siendo traída al mundo por esa muchacha, la miserable hija de Soledad Miranda. Lo cierto es que ya no voy a seguir permitiendo que esa partida de muertos de hambre, estén emparentados con mi familia. ¡No lo voy a permitir! (Furiosa).

INT. / HOSPITAL / UNA HORA DESPUÉS

En el cuarto de parto, Violeta está dando a luz a su hijita. La joven grita adolorida. Está siendo atendida por dos enfermeras y un doctor.



Doctor: ¡Tiene que pujar señora! ¡Vamos! ¡Ya veo la cabeza! No falta mucho, usted puede.

Alfredo está en la sala de espera, yendo de un lado para otro muy ansioso. En eso, llega Mateo.



Mateo: ¡Tío! ¿Ya nació la niña? ¿Ya nació mi hija? ¿Cómo está Violeta? (Alterado).

Alfredo: Cálmate Mateo. Aún no me dan noticias. En estos momentos tu esposa debe estar dando luz. Con seguridad, todo saldrá bien. No te preocupes.

Mateo (emocionado): ¡Por Dios tío! ¡Voy a ser papá!

De la emoción, Mateo abraza a Alfredo. Éste le corresponde.

Alfredo (pensando: Y yo seré abuelo. ¿Cuánto deberé seguir ocultando este secreto? ¡Cuánto quisiera poder llamar hija a Violeta!)

Se desprenden del abrazo.

Mateo: ¿Ya le avisaste a la familia de Violeta?

Alfredo: No, no he caído en cuenta. Esto me ha tenido muy nervioso, pero mientras nos dan noticias, llama a sus hermanas.

Mateo saca su celular y llama a casa de la familia López.

En el cuarto de parto, finalmente Violeta logra dar a luz a la niña. Ella estalla en gritos de llanto. El doctor la envuelve en una manta. Violeta da un suspiro de alivio; está sudando.

Violeta: (jadeando) Mi hija... Dénmela por favor. La quiero ver...

Una enfermera le entrega a la bebita.

Enfermera: (a Violeta) ¡Qué hermosa! Felicidades señora.

Violeta al verla no puede contener lágrimas de felicidad.

Violeta: Hola Nina (con ternura). Yo soy tu mamá, mi vida. Bienvenida. Yo siempre voy a estar contigo y serás la lucecita de mis ojos...

La misma enfermera se lleva de nuevo a la bebita para la sala de incubación. Minutos después, en la sala de espera, el doctor que atiende a Violeta les da la buena noticia a Mateo y Alfredo.

Doctor: Afortunadamente el parto se dio con total normalidad. La niña ha nacido muy sana (sonríe).

Mateo: Qué alegría doctor. ¿Y cómo está mi esposa?

Doctor: Ella también se encuentra excelente, lo más seguro es que está agotada y no es para menos, así que lo mejor es que descanse hasta mañana. Ahora me retiro y felicidades.

Alfredo: Gracias por todo doctor.

El doctor se retira.

Alfredo: ¿Ya les avisaste a los familiares de Violeta?

Mateo: Sí tío. No deben tardar. Su hermana Mariana fue quien atendió el teléfono. Ahora lo que me gustaría es ver a mi hija. Quiero verla y también quiero ver a Violeta.

Alfredo: Mejor deja que descanse Mateo. Ya oíste al doctor. Ella debe estar agotada por el parto. No creas que es algo fácil una mujer.

Mateo: (riendo) Tienes razón. ¿Y por qué mi mamá no vino contigo?

Alfredo: No lo sé. A lo mejor no se sentía bien. Tú sabes que Martha es a veces un poco extraña.

Mateo se queda extrañado por eso.

INT. / CASA DE LA FAMILIA LÓPEZ / DÍA

Andrea está sentada en un sofá de la sala, mientras lee una revista. Soledad está lista para ir al hospital en compañía de Mariana.



Soledad: Andrea, ¿no piensas venir con nosotras al hospital?

Andrea (molesta): Ahora no Soledad. Estoy ocupada. Además a mí no tiene por qué importarme si Violeta dio a luz o no.

Mariana (indignada): Se trata de nuestra hermana y de tu sobrina. ¿Cómo puedes ser tan indiferente?

Andrea: ¡No me interesa! Y ya no me sigan molestando. No soporto cuando que me estén interrumpiendo cuando quiero tener un momento de comodidad.

Mariana: Mejor vámonos tía. Ya sabemos que Andrea no podemos contar en nada.

Soledad: (suspirando resignada) Desgraciadamente tienes razón Marianita. Espero que algún día reacciones y cambies tu actitud Andrea, porque de esa manera, no llegarás a ninguna parte. Vámonos.

Soledad y Mariana salen de la casa. Andrea furiosa, se levanta y arroja la revista contra el piso.

Andrea: ¿Cuándo llegará el glorioso día en que me largue de esta casa? No soporto vivir un minuto más aquí en medio de tanta pobreza y con esta gentuza.

INT. / HOSPITAL, CUARTO DE VIOLETA / DÍA

Violeta ha sido trasladada a un cuarto de reposo. Está con Mateo, quien se sienta a su lado y la abraza.



Violeta: ¿Ya la viste mi amor? Es una niña preciosa. Desde el primer instante me enamoré de ella y es tan chiquitita. La amo (sonriendo).

Mateo: Yo también la vi en la sala de incubación, pero no me han dejado cargarla ni observarla de cerca. Tenemos una hija maravillosa que con nuestro amor y educación, será muy feliz.

Violeta: Eso no lo dudo. Daré todo de mí para ser la mejor madre. No quiero que esta felicidad se acabe nunca Mateo, nunca (Recuesta su cabeza en el pecho de él).

Mateo: (besándola en la cabeza) Yo tampoco mi Violeta. (Levantándose) Yo me retiro. Tu tía Soledad y Mariana están ansiosas por verte.

Violeta: ¿Ellas están aquí?

Mateo: Sí, te están esperando afuera. Me gustaría quedarme contigo la noche entera, pero no me lo permiten.

Violeta: No te preocupes mi amor. Vete para la mansión. Debes estar cansado.

Mateo: Está bien, buenas noches (Se besan). Mañana bien temprano vendré a recogerte junto a Nina. Mi mamá se pondrá muy contenta de ver a su primera nieta.

Violeta: Te estaré esperando. Cuídate.

Mateo sale de la habitación.

INT. / MANSIÓN SAN ROMÁN / AL DÍA SIGUIENTE

Martha está en el comedor, muy pensativa, esperado a que Mateo baje para iniciar el desayuno. Sabrina le sirve el café a Martha.



Martha (pensando: Hoy es el gran día. Voy a acabar de una buena vez con todo esto. Ya mandé al chofer para que recoja a la inmunda trepadora esa de Violeta. De esa manera llegará en el momento preciso).

Sabrina por su parte, también piensa.



Sabrina (pensando: ¿Qué estarás planeando Martha del Castillo? Sea lo que sea, no debe ser nada bueno).

En eso, Mateo llega al comedor.




Mateo (muy amable): Buenos días mamá. Buenos días Sabrina (Ocupa su lugar en el comedor).

Sabrina: Buenos días joven. ¿Cómo sigue la señora Violeta? ¿La niña nació bien?

Mateo: Sí Sabrina. Todo salió bien y tanto Nina como Violeta están perfectamente bien de salud. Justo ahora que termine de desayunar, iré a recogerlas.

Martha: Sabrina, retírate, por favor. Tengo que hablar algo muy delicado con mi hijo.

Sabrina obedece, pero se queda escuchando tras una pared sin que nadie se percate de ello.

Mateo: ¿Qué pasa mamá? Te noto muy extraña, seria. Anoche llegué y Sabrina me dijo que ya te habías ido a dormir. Has estado muy rara últimamente. ¿Qué sucede?

Martha: Mateo, no quisiera hacerte daño hijo, pero debes enterarte de la verdad de las cosas. Hace meses lo sé y callé al ver que Violeta estaba esperando un hijo tuyo, pero ya no puedo más.

Mateo: La verdad no estoy entiendo qué pretendes decirme. Ya déjate de rodeos mamá.

Martha (alterada): ¿Quieres saberlo? ¡Pues bien! La mujer que tienes por esposa no es más que una trepadora, una arribista, muerta de hambre que te enamoró descaradamente para escalar alto. ¡Eso pasa!

Mateo (indignado): ¿Qué estás diciendo? Pensé que ya habías dejado de opinar así de Violeta. Perdóname mamá, pero no pienso seguir tolerando que la insultes así. Ella es mi esposa.

Martha: ¡Pero Mateo! Lo que digo no es en vano. ¡Violeta López no es más que una miserable mentirosa, impostora! (Empieza a hacerse la sufrida). Ella no te ama.

Mateo: (levantándose molesto) ¡Ya no más mamá! ¡Te prohíbo que vuelvas a dirigirte a Violeta de esa manera tan déspota! ¿Qué te pasa?

Martha: ¡Escúchame por Dios! ¡Esa mujerzuela es hija de Soledad Miranda! Violeta es hija de esa asesina que mató a Fernando, a tu padre.

Mateo (impactado): ¿Qué estás diciendo?

A las afueras de la mansión, Violeta llega con la bebita en un auto conducido por el chofer. Éste estaciona el vehículo en toda la entrada.



Chofer: ¿Desea que le ayude señora?

Violeta: No, muchas gracias. Lo que sí le pido es que me abra la puerta, por favor. Ya ve que yo sola no puedo (ríe).

El chofer sale y abre la puerta. Violeta se baja del auto, cargando a Nina y se dirige a entrar a la mansión. En el comedor, Mateo continúa impactado por la revelación de Martha.

Mateo: Eso… eso no puede ser. ¿Cómo eres capaz de inventar algo así?

Martha: (llorando) ¡Yo no estoy inventando nada Mateo! ¡Créeme! Violeta es producto de esa relación clandestina que Soledad y Alfredo llevaron hace tantos años, antes de que ella matara a Fernando. Ya ves que la muy perra de Soledad le gustaba llevarse a la cama a hombres adinerados.

Mateo (muy alterado): No, no puede ser verdad. ¿De dónde sacas algo así? ¿Violeta es… mi prima?

Martha: Desgraciadamente sí. Me enteré de todo cuando estuviste de luna de miel con esa cabaretera de cuarta. Alfredo contrató un detective para averiguar el paradero de Soledad después de que ella salió de la cárcel, pero más que el paradero, el detective logró averiguar algo más y es esto que te estoy contando. Lo sé, porque lo oí detrás de la puerta.

Mateo (desesperado): ¡No! ¡Ya no más! ¡Eso no puede ser!

Martha: No te cierres a la realidad. Soledad Miranda ha querido desgraciarnos la vida siempre. Ahora mandó a su hija para que te enredara y te casaras con ella, y lo lograron. ¿Lo ves? Madre e hija, son un par de arribistas miserables que quieren tocar el cielo a punta de engaños.

Mateo: Eso no puede ser mamá. ¿Y dónde queda doña Clemencia? Ella es la madre de Violeta.

Martha: Esa es la otra parte de la historia hijo. La tal Clemencia cuidó a Violeta todos estos años que Soledad estuvo reclusa. ¡Todo es un engaño bien montado! ¡Date cuenta! Analiza las cosas. ¿No te parece muy casual que Violeta tenga una tía con el nombre de Soledad? Y ahora bien… ¿Cuál es el segundo apellido de Violeta?

Mateo (consternado): Violeta López Miranda.

Martha: ¿Lo ves? ¡Miranda! Violeta tiene el mismo apellido de esa asesina porque es su madre, pero se ha hecho pasar ante nosotros como su tía para engañarnos. Sólo es cuestión de relacionar las cosas hijo mío.

Sabrina se queda sin saber qué hacer detrás de la pared. En eso, Violeta toca el timbre. Sabrina se va a abrir.

Sabrina: ¡Señora Violeta! ¡Qué bueno que llega! (nerviosa).

Violeta: (sonriendo) Hola Sabrina. Pareciera que en vez de alegrarte mi llegada, te hubiera disgustado (extrañada).

Sabrina: No es eso señora. Es la bruja de Martha del Castillo. Está poniendo en su contra al joven Mateo.

Violeta: No entiendo nada.

Violeta se acerca al comedor. Logra escuchar la conversación entre Martha y Mateo.

Mateo: (con la voz quebrantada) Esto no me cabe en la cabeza. Tiene que ser una pesadilla. La tía de Violeta es la misma Soledad que mató mi papá (sollozo).

Martha: Pero recuerda que no es su tía en verdad. Es su madre.

Violeta no logra entender lo que está escuchando. Siente un vacío extraño en le pecho. Mateo por su parte, derrama lágrimas en medio de furia y odio.

Mateo: (dando un puño en la mesa) ¡Fui un estúpido! ¡Un idiota! ¿Cómo no me di cuenta? ¿¡Cómo!? Las dos se burlaron de mí encima de mis narices, toda su familia se burló de mí. ¡Violeta es una desgraciada! ¡Una maldita!

La muchacha siente las palabras de Mateo como un frío puñal en su pecho. Empieza a respirar agitada.

Mateo: ¡La odio! ¡La odia a ella, a su madre y a esa hija que nació! ¡No las quiero! ¡Las odio a las tres!

Mateo sale llorando desconsolado del comedor. De la ira, pasa cerca a Violeta, pero no percata de ello. Violeta pasa al comedor en pasos lentos cargando a la niña, que por los gritos de Mateo ha comenzado a llorar. Sabrina está tras Violeta.

Violeta: Señora Martha… ¿Qué… qué está pasando? ¿Por qué Mateo está así, gritando esas cosas tan horribles de mí? ¿Por qué… dice que me odia? ¿Qué está pasando?

Martha: ¿No es más que obvio muchacha? Ya escuchaste. ¡Mi hijo no quiere volver a verte! ¡Te odia por ser la hija de una asesina!

Violeta (consternada): ¡Pero no entiendo nada! ¿Hija de una asesina? Explíqueme, por favor.

Martha: ¿Qué quieres que te explique? Ya escuchaste todo perfectamente. Mateo te odia, porque tu madre mató hace casi ya veinticinco años a Fernando, su amado padre y mi difunto marido. Te odia porque tanto tú como la malnacida de Soledad le vieron la cara de tonto. ¡Por eso te odia! (Gritando).

Violeta: No. Mateo no me puede odiar, él me ama. Tenemos una hijita hermosa. ¿Cómo es eso de que mi mamá mató a su marido? ¡Mi mamá es incapaz de eso! ¿Y qué tiene que ver mi tía Soledad en todo esto? (Desesperada).

De repente, Martha le lanza una fuerte cachetada a Violeta y le arrebata a la niña. Sabrina se lleva las manos a la boca, impotente ante la situación.

Martha (furiosa): ¡Eres una estúpida! Toda tu vida has sido engañada, pero te voy a hacer un favor confesándote la verdad.

Violeta: ¡Devuélvame a mi hija! ¡Devuélvamela! (Gritando histérica).

Martha: ¡Escúchame idiota! Para que lo sepas de una vez, tu verdadera madre es Soledad Miranda, la que supuestamente es tu tía, pero como ella estuvo todos estos años en la cárcel, pagando su condena por haber matado a mi marido, tuvo que entregarte a la tal Clemencia para que te criara. ¿Te das cuenta? ¡Eres la hija de una asesina!

Violeta: (llorando sorprendida) ¡No, eso no puede ser! ¡Usted me está mintiendo!

Martha: Allá tú sino me crees. Lo cierto es que ya mismo quiero que te largues de mi casa y no vuelvas nunca más.

Martha le entrega la niña que llora sin parar a Sabrina. Luego, toma bruscamente de un brazo a Violeta y la saca a rastras de la mansión. Sabrina va tras ellas. Con la mayor crueldad, Martha arroja a Violeta a la calle y le cierras las puertas de la mansión. En ese momento, una fuerte tormenta empieza a caer. Violeta toca, mientras grita. Adentro, Sabrina enfrenta a Martha.

Sabrina: ¡Bruja! ¿Cómo puede hacer algo así? ¡Le voy a contar todo al señor Alfredo! ¡Usted no puede echar así a la señora Violeta!

Martha (furiosa): ¡Tú cállate mocosa! (La cachetea tan fuerte que Sabrina deja caer la niña al piso, golpeándose muy grave en la columna). ¡Idiota! ¿Ves lo que has hecho? (Se inclina a recoger a la niña). ¡Te prohíbo que le abras la puerta a esa perra de Violeta! ¡Te lo prohíbo Sabrina!

Violeta, se cansa se insistir. Está empapada. Comienza a trastornarse mentalmente y vaga por las calles.

Violeta: (gritando) ¡Mi hija! ¡Mi hija! Mi hijita. ¡Devuélvanmela! (Acosando a los transeúntes). ¡Denme a Nina! ¡Mi niña! (Llorando). ¡Mi hijaaaaaaa!

La mirada de Violeta se torna a la de una completa desquiciada. La gente se aparta asustada. La joven en medio de su desespero, cruza una calle. Un auto viene y la atropella levemente. El hombre que conduce el vehículo, para y se baja para atender a Violeta que yace sobre la carretera inconsciente y sangrando.

CONTINUARÁ…


Escrito por Aleja Soto

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